Mayores

Manolo Fraga

SANTIAGO

11 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Se acabó el empacho de tardeos, prefindes y días consecutivos de jarana. Y empezaron las rebajas, para que la fiesta no decaiga ni un solo clic. La inmediatez digital, rayana en la simultaneidad de realidades, ha terminado por contagiar nuestra sensación de vivir. Entre tanto, los mayores, acogidos, alojados o aparcados en residencias, reciben la efeméride de los Magos como un día más. Para muchos el lunes es igual al domingo.

Su rostro revela una mujer de facciones dulces y ojos azules. Siempre está callada, sentada y aparentemente tranquila, menos cuando se emociona. En un instante aprieta la cara, abre la boca y dibuja una mueca de pavor que le desfigura el semblante. Quizá su paz se vuelve sufrimiento, o quizá sea justo al revés, a pesar de las apariencias, que tanto engañan. Pero al estímulo de cualquiera que se le acerque con afecto, reacciona visiblemente. Qué pasará por su cabeza… entrará en un mayor estado de conciencia o sentirá un dolor agudo en su corazón. Solo ella lo sabe, tal vez.

Él, sin embargo, se mueve por la sala ayudado de una cachava, mientras no deja de hablar, cantar y saludar a los intrusos que acaban de invadir ese espacio, un reino plagado de recuerdos vivos y muertos y todos marcados por el viejo refrán de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Villancicos animan el ambiente al son de guitarras y panderetas. Unas y otros entonan letras y músicas archiconocidas, porque hay cosas que no se olvidan. Menos los que ya están en su mundo, todavía agarrados a su cuerpo, o presos.

La soledad no deseada de tantas personas que viven sin compañía, humana, es otra realidad creciente. Sospecho que pocas familias escapamos a esta maldición. Mientras la zona vieja se ha convertido en un restaurante, el Ensanche va camino de ser un geriátrico. ¿Quién nos lo iba a decir a los que nacimos en los sesenta? Aquel desarrollismo urbanístico, cuyos pisos fueron ocupados por la gente de posibles o comprados por los ahorradores emigrantes o alquilados por los estudiantes, languidece. Igual que tantos mayores, excluidos de los millones de wasap que recibimos estos días en nuestro móvil. La verdad es que tampoco lo necesitan, porque el acompañamiento es actitud y tiempo. Ni llamadas ni mensajes. Presencia.