No cabe el error al afirmar que se cuentan con los dedos de la mano quienes se hayan atrevido a hacerla
30 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.En la comarca compostelana existen rutas para cualquier edad y condición física. Pero sí es cierto que son pocas las que atraen a auténticos expertos en el mundo de la aventura y del senderismo que se atreven con subidas y bajadas o estrecheces del recorrido, porque este es un territorio antropizado y con pocos desniveles.
Pero haberlas, haylas. Y la más impresionante de todas ellas es la que acompaña el Tambre en su curva desde Ponte Alvar hasta Portomouro. No cabe el error al afirmar que se cuentan con los dedos de la mano quienes se hayan atrevido a hacerla. Porque, para empezar, las señales brillan por su ausencia. Brújula, GPS (más o menos), intuición y saber interpretar el paisaje se convierten en esenciales.
Y si andando es cosa de pocos, muy preparados y sin duda valientes, con la bicicleta ya se entra en la carpeta de heroicidades varias, por lo menos después de la central eléctrica de San Xoán de Fecha. A esta se llega por pista sin asfaltar desde la parte situada al oeste de las casas de Ponte Alvar. También en coche, que desde luego sufrirá. Y a partir de ahí, lo dicho, la aventura, en absoluto recomendada para quienes sufran de vértigo o simplemente no aprecien la belleza de los desniveles y de la caída que constantemente queda a su derecha.
El comienzo carece de misterio: ascensión hacia el núcleo de San Xoán de Fecha pero en la primera curva a la izquierda se sigue recto. Como por ahí no anda nadie, el camino se presenta bastante cerrado. Se pasa, sí, pero de manera incómoda. Un buen bastón de madera —no de los metálicos, que no resisten— se va a transformar en un apreciado compañero.
En la siguiente bifurcación da igual ir por la diestra o por la siniestra porque al final ambos ramales se unen de nuevo, pero la derecha resulta algo más acogedora. En cualquier caso, desvíos va a haber aquí y allá, y si se quieren explorar no va a haber otra complicación que el desnivel, porque en realidad han sido abiertas varias pistas paralelas pero a distintas alturas.
Al acompañar el Tambre en su gran vuelta aparecerán ante los ojos dos edificios en medio de la ladera que sirven de referencia. Conforman el establecimiento de turismo rural, de lujo, Casa Grande do Bachao. Se abren dos posibilidades ante el excursionista. Una es dirigirse hacia él por una pista zigzagueante y que exige un cierto esfuerzo en las piernas. Es, claro, terreno privado, pero el dueño no tiene inconveniente en permitir un descanso razonable y ofrece un vaso de agua. A partir de ahí, la pista se dibuja sin subidas ni bajadas hasta dar, una hora después, en la carretera de Santiago a Val do Dubra.
La segunda posibilidad consiste en continuar por cotas bajas. Ahí resulta posible circular pegados al río, esplendoroso (no recomendable si ha llovido con fuerza los días anteriores), para a continuación subir y dar a esa misma pista que conduce a la general, si bien obviando la Casa Grande do Bachao.
Advertencia: en ningún caso entra en el capítulo de las buenas ideas intentar continuar pegados a la corriente. Y así, en Santa Cristina de Fecha (con su sencilla iglesia) o Diáns, que de esa forma se llaman las dos aldeas finales del trayecto, puede esperar el coche de apoyo.
Por cierto que siguiendo hacia Portomouro queda a la izquierda un templo que reclama una visita: el de Belén, con espacio para descansar tras la caminata. Se agradece.