El autor catalán fue finalista del Premio de Novela Histórica Doña Urraca con «Desde la extrañeza»
12 nov 2024 . Actualizado a las 04:55 h.Brendan Walsh, un escritor nacido a principios del siglo XX en Dublín que despuntó con la calidad de su primera novela pero casi nadie conoce su obra, es el personaje protagonista de «Desde la extrañeza», del autor catalán Man Costas. Con ella logró ser finalista del Premio de Novela Histórica Doña Urraca, convocado por la editorial Guiverny.
—Una novela que llega con reconocimiento, ¿qué supone para usted este galardón?
—Además de la sorpresa inicial, pues es un honor. Es muy agradable que te reconozcan tu trabajo siempre. Además, el premio es de novela histórica, pero yo no tenía la percepción de haber escrito una novela histórica (ríe) hasta que entendí que cuadraba perfectamente con lo que pedían las bases de la convocatoria. Cuando me llamaron para decir que había quedado finalista y que la publicaban, pues obviamente fue un placer.
—¿En ningún momento la planteó como novela histórica?
—Del binomio novela histórica, yo me quedo con la primera parte, con novela. Yo soy novelista, entonces el tema del género siempre me ha parecido algo azaroso.
—¿Qué le llevó a ese Dublín de principios del siglo XX?
—Pues vuelvo un poco a lo azaroso. Yo creo mucho en la casualidad, en la fortuna, en la suerte. Y fui a Irlanda por unas amistades que tengo allí varias veces. Me enamoré del país y la verdad es que me quedé prendado en su historia. De todas formas, la historia es fascinante en cualquier país, tanto como terrible; fascinante y terrible a la par.
—El protagonista es un escritor, Brendan Walsh, y la novela está escrita en primera persona. ¿Trasladó mucho de sus propios pensamientos a través de él?
—Sí, claro, a ver, ¿qué escritor no lo hace? (Ríe) Al escribir las memorias de un personaje —porque son sus memorias— te da pie a hacer las reflexiones que llevas en la cabeza, a llevar los planteamientos que deseas a un terreno muy amable. Era cómodo decir lo que pensaba de algunos temas que son absolutamente válidos ahora.
—En algunos momentos, el protagonista dice: «Sabía que debía escribir, pero no sabía cómo», «nunca he escrito con prisas ni me he marcado una fecha como objetivo». ¿Esto también le pasa a Man Costas?
—(Ríe). La verdad es que sí. Empecé a escribir tardíamente. Bueno, siempre escribí. Como todos los escritores, desde niño, llenaba libretas y libretas de pensamientos, después de historias que se caían, que nunca acababan, cuentos imposibles, poemas..., pero en un momento determinado de mi juventud dejé de hacerlo porque pensé que no estaba dotado, que no podía escribir. Después, ya de mayor, con 36-37 años, tuve una historia personal muy poderosa y necesité escribir sobre ella. Y a partir de entonces no he parado de escribir. Pero sin prisas y lo que deseas.
—En su biografía recoge que no se recuerda sin escribir, aunque tardó mucho en sentirse capaz de terminar una novela. ¿Es tan difícil de dar ese paso?
—En mi caso no es difícil, y menos ahora. Soy bastante caótico, pero suelo empezar las novelas con un principio y un final ya. Cuando tienes el principio y el final, el recorrido del medio, aunque sea la gran parte de la novela, lo que más pesa, va fluyendo de una manera muy ligera, aunque después lo cambies todo.
—Pero tardó hasta los 36-37 años. ¿Hay mucha inseguridad para ese salto?
—Claro, hay una barrera que tienes que romper. Una cosa es escribir y otra cosa es publicar. Aunque a veces decimos: «escribo para mí», y no deja de ser cierto, pero necesitas que te lean, porque si no te leen... Entonces la barrera yo la pondría ahí, en el momento en que ofreces tu texto, un manuscrito, a alguien para que lo lea. También se lo estás ofreciendo para que te juzgue, y eso es lo que cuesta. Ahora llega el momento en que no, a mí cada vez me gusta más que los demás me digan qué les parece, si les ha gustado o si no, lo que haga falta. Me gusta compartirlo con cuanta más gente mejor, y si se publica, por supuesto, muchísimo mejor. Por eso estoy muy agradecido a Guiverny.