La demanda del Clínico, el aeropuerto y la estación desborda los servicios, pero rechazan incrementar licencias: «Solo habría más coches atascados»
02 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Puede parecer que se están pegando tiros en las ruedas, pero es lo que sostienen y de hecho lo han elevado ya a conversaciones informales con los responsables municipales del transporte. Los taxistas de Santiago reclaman más autobuses con rutas directas que intervengan en al menos tres puntos concretos: una línea que cubra con eficacia los traslados matinales al Hospital Clínico; y horarios más amplios para no dejar colgado a nadie en el aeropuerto y la estación intermodal, pensando especialmente en los pasajeros que llegan en los últimos trenes y aviones de la jornada.
«Los taxis no podemos absorber el volumen de viajeros que llega ahora en los trenes a Santiago. Y tampoco podemos ser la única solución para los aviones de última hora. Por eso creemos que la empresa municipal de transportes tiene que ponerse las pilas y adaptarse a los nuevos hábitos y volúmenes de pasajeros, que han cambiado. Y se lo hemos dicho, necesitamos más autobuses que cubran esa demanda masiva porque nosotros no podemos cargar con todo. ¿Dónde se ha visto que los taxistas pidamos autobuses? Si lo hacemos, por algo será», argumenta Jesús García, presidente de Radio Taxi.
Su colega Manuel Sánchez pone ejemplos concretos: «Hace unos días llegaron tres aviones a la una de la mañana —unas quinientas personas, la mayoría turistas— y ya no había autobús para bajar a Santiago. Por la mañana —sigue—, entre las 7.20 y las 8.00, el 60 % de los transportes que hacemos desde la intermodal son para llevar a personas al hospital. Y un poco más tarde ya se sabe cómo se pone el tráfico en Santiago, ¿nadie ha pensado en esto?», dice este profesional que lleva «aguantando 30 años de atascos» en Compostela sin atisbar soluciones a los colapsos matinales.
El sector cree que a grandes males, grandes medios de transporte, de ahí que rechacen ampliar el número de licencias —ahora son 144— o permitir operar a profesionales de otros concellos, porque el problema está muy localizado y el invierno compostelano es largo. Con todo, el Concello solventó las primeras críticas ciudadanas anunciando la posibilidad de abrir el abanico con 29 nuevas unidades en servicio, la mitad de ellas adaptadas, pero los conductores veteranos creen que ese incremento no va a ayudar a solventar los picos de demanda que se generan a ciertas horas en espacios concurridos: «No sirve, serán veinte coches más atascados», advierte.
Presión popular
Los taxistas reconocen que desde el año pasado soportan la presión popular por algunas situaciones que consideran puntuales y que localizan en semanas de transición como esta, en la que se empiezan a juntar en la ciudad congresistas y estudiantes que cada vez viven más lejos del centro, mientras la actividad laboral y académica se mezcla todavía con respetables cantidades de turistas. «Todo el mundo habla de que Santiago estuvo lleno en verano, ¿hubo protestas por falta de taxis?», reta García.
Sobre la situación que se dio este domingo —llegaron a la estación cuatro trenes en torno a las 22.30 horas y hubo decenas de pasajeros esperando más de una hora por un taxi a la intemperie— los representantes entienden que es «vergonzoso», pero no se sienten responsables. García pone cifras: «Tenemos treinta coches asignados a la estación, reforzarla es inviable» sin desatender otros frentes. «Y tampoco hay sitio para nosotros», se disculpa, una situación temporal por cuanto la futura parada, que irá en la nueva plaza superior, tendrá suficiente espacio para varios coches, además de marquesinas para los pasajeros.
Análisis: una «última milla» muy lenta que lastra las inversiones millonarias en el tren
Es difícil justificar el esfuerzo público realizado para conseguir que Ourense y Santiago estén separados por 38 minutos en tren y que desde esa misma estación se pierda una hora para llegar a Milladoiro, el lugar donde viven más jóvenes en el entorno de la capital. Tampoco son lógicas las rutas del bus urbano que conectan los nudos de transporte de Compostela con el hospital y los grandes centros laborales —San Caetano, San Lázaro y polígono do Tambre— como si fueran un tren turístico. Y resulta chocante que dos Administraciones como el Gobierno y la Xunta compitan por cebar con billetes gratuitos los grandes medios de transporte como el tren y el autobús para llegar a una ciudad con escasos carriles exclusivos para bicis, taxis o buses urbanos que sí hay que pagar.
La movilidad conectada, accesible y sostenible como la entiende la ONU en sus objetivos para el desarrollo no se compadece con el panorama de Santiago, donde la intermodalidad se ha quedado en una relación de vecindad entre los trenes y los autobuses, sin que el resto del ecosistema del transporte, el que debe llevar al viajero a su casa, a su trabajo, a la Catedral o a su restaurante favorito, cumpla su cometido. La última milla, como se denominan en el sector esos breves desplazamientos de personas o mercancías, es lenta y cara, y lastra el sentido de las inversiones milmillonarias en grandes infraestructuras, a las que se ha sumado la incertidumbre por la falta de billetes en horas de alta demanda y la acumulación de incidencias.