Tres jinetes veterinarios se encandilan con el Camino de Santiago y la amabilidad de su gente

Por Sonia Portela

SANTIAGO

MANOLO FRAGA

Anabel Moreno, Javier Sánchez y Nacho de Llera arriban hoy al Obradoiro tras recorrer la ruta jacobea desde O Cebreiro

22 ago 2024 . Actualizado a las 10:51 h.

1Los Caminos de Santiago albergan historias, encuentros y amistades. Esta mañana llegan al Obradoiro tres jóvenes veterinarios, dos a caballo y el tercero conduciendo el remolque de apoyo. Anabel Moreno Guiberteau, Javier Sánchez Nogales y Nacho de Llera Hoyos son buenos amigos y se decidieron a recorrer la ruta jacobea desde O Cebreiro eligiendo los trazados complementarios para disfrutar con mayor intensidad. «Gracias a los caballos, yo monto a Pisca y Javier a Sidra (yegua), podemos ir por las rutas alternativas que son tan bonitas. Además, los animales se están portando muy bien», tal como explica Anabel, natural de Badajoz, igual que Nacho, al que le ha tocado en esta ocasión ir de coche escoba. Son jinetes experimentados que montan tres o cuatro veces por semana. «Lo que más nos gusta son los caballos, así que nos pareció buena idea hacer el Camino de esta forma. También por juntar más nuestra amistad. Hemos estado juntos una semana hablando de muchas cosas y de lo que es la vida», según relata Javier, que añade la «fe» a estas motivaciones. Igualmente, Javier indica con orgullo que hizo la carrera universitaria en Lugo, graduándose en 2015, un período en el que hizo muchos amigos y se lo pasó muy bien, según destaca con gracejo sevillano. «No es mi primera vez en el Camino, porque ya lo hice de chaval en 2004 con mis padres y unos amigos. Fue una experiencia muy bonita que nunca olvidaré», según añade este antiguo alumno de la USC. Por su parte, Nacho, que montó en alguna etapa y manifiesta su deseo de hacer el Camino también a pie alguna vez, sostiene que los caballos necesitan un adiestramiento previo: «Aunque aguantan bien, conviene entrenarlos unos meses antes para que estén en forma y preparados». De todas formas, advierte que lo «más complicado» es la logística. «No hay tantos sitios donde dejar los caballos. Tuvimos que hacer muchas llamadas y gestiones para averiguar dónde podíamos dejarlos en cada sitio que pernoctábamos», añade. Por ejemplo, en O Cebreiro alguien les prestó un pequeño establo; en Triacastela, pudieron colocarlos en la zona del río; en Portomarín, al lado de su albergue; y en Palas de Rei el alcalde les consiguió un cercado. En el Camino puede pasar de todo y toda clase de peripecias se suceden. Y lo cierto es que la primera noche, en Triacastela, acabaron durmiendo en el coche, ya que habían estado de «copitas» y confraternizando con otros peregrinos. Fue el anticipo de la fiesta peregrina con verbena incluida que se anunciaba para el día siguiente, sábado, en la puerta de la iglesia de Santiago de la localidad que se hizo famosa hace años por los temblores de la tierra. Los jóvenes veterinarios también subrayan la afabilidad de la gente, tanto de la hostelería como de los paisanos: «Todo el mundo intenta ayudar y ser amables, lo que facilita mucho todo. La gente es encantadora». Así que llegan a Santiago felices, satisfechos y con ganas de repetir la experiencia. De hecho, ya piensan en hacer el Camino del Norte, también a caballo, el próximo año. ¡Bienvenidos!