El debate sobre la vivienda vuelve convertido ahora en serpiente de verano. Lo abordamos desde el enfoque de su amplia demanda, su escasa oferta y, en consecuencia, su carestía. De este desasosiego participan los ciudadanos, que son quienes en última instancia sufren la situación, y las administraciones, cuya función es proporcionar soluciones. Aunque su contribución resulta escasamente productiva. En todo el país, aunque toca poner el foco aquí. En una ciudad y un entorno metropolitano con cientos de personas inscritas en el registro de demandantes de vivienda, los gestores públicos se dedican a anunciar medidas que son calderilla y a despreciar proyectos o iniciativas de las administraciones con las que no comparten color político. El resultado es el raquítico balance de vivienda pública construida en Compostela en los últimos 15 años. Es como querer detener una riada con el tapón de una botella. Los que saben de esto llevan décadas alertando de que las administraciones se dedican a marear la perdiz en lugar de plantear alternativas a un diagnóstico que sitúa la clave del problema en el suelo y en la capacidad para movilizarlo en condiciones. De su gestión no solo depende la posibilidad de construir vivienda, sino dónde, cuándo, cómo y, sobre todo, a qué precio. El debate abre muchos más interrogantes. ¿Dónde están las ayudas directas para los compradores que se suprimieron en el 2010? ¿Qué supone fijar por ley reservas de suelo de hasta el 40 % para vivienda pública si se va a construir en zonas alejadas del casco urbano? ¿Cómo se financiará? En paralelo, el sector se ha cansado de clamar sin éxito por una mayor agilidad de los procedimientos administrativos. Porque también aquí la lenta maquinaria burocrática representa uno de los grandes obstáculos de la construcción. Mientras se le da una vuelta a todo esto, tampoco estaría de más encarar el problema de las viviendas vacías con propuestas factibles, como el fomento de su salida al mercado del alquiler por medio de ayudas a los jóvenes y a las familias, y garantías para los propietarios. La vivienda no solo es ladrillo, también es iniciativa. La que se echa en falta para dar respuestas y ejecutarlas.