Ángel Cabana: «Abrí una agencia que era como un avión por dentro y que muchos en Santiago no olvidan»
SANTIAGO
Montó hace casi cuatro décadas Viajes Sant Yago, una de las agencias más antiguas de Compostela. Después de 47 años en activo, la firma queda en manos ahora de su hijo. Enfocados también en eventos, avanzan que este año organizarán en Galicia el campeonato del mundo de dardos electrónicos
09 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Después de 47 años en activo, Ángel Cabana encara una jubilación flexible. «La agencia Viajes Sant Yago, que abrí en Santiago hace 38 años, está ya en manos de mi hijo Pablo. Mi idea es seguir en ella hasta el 2027, próximo año santo, cuando ya dejaré todo», aclara el compostelano, a sus 66 años, desde la oficina de la rúa Frei Rosendo Salvado a la que la empresa, centrada en traslados, hotelería, grupos y eventos, se trasladó el año pasado. «Desde fuera llama la atención una pared que parece llevarte a una playa. Algunos ya nos dicen: "¿sois los mismos que los del avión?''», evoca riendo.
Nacido en la rúa Fonte dos Concheiros, desde niño la aviación le fue cercana. «Mi madre fue una de las primeras empleadas en Lavacolla y mi guardería estaba donde ahora el aeropuerto militar. Yo, tras empezar como administrativo en una firma, salté como contable a una agencia mayorista de viajes, Interamérica, pero a los 15 días ya era comercial, lo mío», subraya, y relata que tras ser nombrado delegado para Galicia y Asturias, en 1986, con 28 años, monta ya su propia agencia. «La llamé Sant Yago, un nombre que me quedó grabado al leerlo en una portal de A Rosa. Tuve también claro diseñarla como si fuese un avión por dentro, con sus ventanillas, su escalera de jumbo y su cola, que pesaba más de 500 kilos y estaba en la calle, en la Praza de Vigo. Era muy novedoso, como un avión empotrado. Muchos clientes nos dicen que no olvidan el local», destaca.
«Cuando empezamos había en Santiago pocas agencias; somos una de las más antiguas», defiende, volviendo atrás. «Antes todo el mundo organizaba su viaje por agencia. Muchos organismos, como ayuntamientos o cámaras de comercio, y grandes empresas, entre ellas, algunas que antes hacían viajes de incentivos —ahora casi no hay—, uno de nuestros puntos fuertes, querían ir a América, como a la República Dominicana o Cuba, un mercado que conocíamos nosotros. Nuestra firma envió gente; no fuimos receptivos. Tampoco nunca trabajé el Camino», explica.
«Yo viajo con grupos. Al principio tengo pasado 120 noches al año fuera de casa. A Cuba tuve que ir 102 veces. Es exigente estar 24 horas a disposición de los clientes, pero si te gusta lo que haces es apasionante y agradecido. Fuimos aquí de los primeros en organizar cruceros por el Caribe, cuando costaban un millón de pesetas», afirma, rescatando anécdotas. «En Miami, en una cena de gala, acabé metido en la cocina al solo haber dos trabajadores para 200 comensales... En Cuba, donde viví los períodos especiales, tenías que buscarte la vida, como ofreciendo latas de cerveza que te asegurasen tener gasolina. Fue duro», apunta, señalando que en ese país reforzó su espíritu emprendedor.
«Con la empresa compostelana Coremain surgió la opción de montar en Cuba el programa informático de donaciones y trasplantes. Abrí una firma que trabajaba con la universidad de La Habana. Se llevaron ordenadores para allí. Mientras duró fue bonito... En toda mi vida no paré», reconoce, regresando de nuevo a su agencia, a la que, en el 2004, y ante su crecimiento, mudó a un local mayor en la avenida de Vilagarcía, llegando en el 2023 a su actual ubicación. «Todo cambió mucho. Con la llegada de las low cost e internet, y ante la competencia, nos fuimos centrando en organizar viajes para la Xunta o la universidad, y salió bien. En el 2012 se incorporó mi hijo, compatibilizando esto con ser copropietario —con su hermano— del restaurante Marte, el de las tortillas. Mientras yo estaba fuera con grupos, él pudo retomar el tema de congresos, algo importante. En el 2014 empezamos, además, a organizar grandes eventos deportivos, como un campeonato del mundo de triatlón en Pontevedra o campeonatos de dardos electrónicos. El primero, trajo a 5.000 personas a Santiago. A finales de este año vamos a organizar en Galicia el campeonato del mundo», avanza.
«Resistimos una pandemia. Somos 7 trabajadores, y el que menos lleva suma 22 años. Valoro ser una empresa familiar y ver que grandes firmas de la ciudad trabajan con nosotros desde el inicio», agradece. «Llegué a tener 16 sociedades, pero ahora pienso en la jubilación. Ahí seguiré viajando, pero sin presión. Una vez llevé al Vaticano a 1.600 personas...», acentúa incansable.