La diputada del PP víctima del Alvia que dejó el partido por la gestión del accidente revive su infierno en el juicio: «Ahora no puedo ni subir a un ascensor»

Xurxo Melchor
Xurxo Melchor SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Teresa Gómez-Limón, llegando esta mañana para declarar en el juicio en Santiago.
Teresa Gómez-Limón, llegando esta mañana para declarar en el juicio en Santiago. Sandra Alonso

Teresa Gómez-Limón asegura haberse sentido maltratada durante la investigación del accidente de Angrois. «Recuerdo minuto a minuto todo lo sucedido, no he podido olvidarlo», cuenta en la vista en Santiago

25 abr 2023 . Actualizado a las 18:45 h.

Teresa Gómez-Limón era diputada en la Asamblea de Madrid por el PP cuando el 24 de julio del 2013 se subió al tren Alvia que aquel trágico día salió de la capital de España con destino a Ferrol, donde ella y su familia estaban veraneando. Iba en uno de los vagones de cola que fue de los más afectados por un descarrilamiento que califica como «un infierno» que rememoró en el juicio que por este caso se sigue en el juzgado habilitado en la Cidade da Cultura de Santiago. «Por desgracia, no perdí el conocimiento. Recuerdo minuto a minuto todo lo sucedido, no he podido olvidarlo», explicó.

Siendo dirigente del PP se pasó al Grupo Mixto cuando su partido se negó a crear una comisión de investigación sobre el accidente y desde entonces ha sido una de las víctimas más combativas en los diez años que el caso ha tardado en llegar a juicio. En su declaración ante el tribunal, recordó que iba leyendo en el tren cuando de repente sintió como todo comenzaba a moverse mucho «y tuve la consciencia de que nos matábamos», señaló.

Tras el descarrilamiento, recordó, «hubo un silencio absoluto y pensé que estaban todos muertos. Llegué a pensar que yo misma estaba muerta». Estaba atrapada y se quedó en posición fetal «pensando que nunca iba a salir de allí». Pero trepó como pudo hasta que logró sacar un brazo y la cabeza por un hueco. «No había nada, no había nada, pero me dio otro ataque de pánico porque tenía un fuego al lado y pensé que todo iba a explotar». En ese momento, apareció su héroe, Alberto, uno de los muchos vecinos de Angrois que no dudaron en saltar a las vías poniendo en riesgo sus vidas para salvar las de las víctimas. «Yo la saco, me dijo, y tiró de mí hasta que salí. No tenía zapatos y tenía muchas cosas rotas, pero salí corriendo y no me dolía nada», recordó Gómez-Limón.

Una vez a salvo, fue consciente de sus muchas heridas. Entre otras cosas, no podía respirar porque tenía roto el esternón. Alberto se quedó con ella todo el tiempo porque ella le pidió que no la dejara sola. Le cogió la mano y le pidió que no mirara a las vías. «Pero yo miré, y fue terrible. Vi cuerpos desmembrados por todas partes, era como un campo de batalla», relató ante el tribunal.

El infierno no se quedó en aquellas vías de Angrois. La acompañó en sus seis meses de dificultosa y dolorosa recuperación y ya no le ha abandonado nunca. A Teresa Gómez-Limón, además de los dolores de cabeza diarios, le quedan dormidos el cuello y los brazos y sigue teniendo dolor en un tobillo y el pecho; padece graves secuelas psicológicas. «No puedo subir a un ascensor, ni quedarme cerrada en un baño. No puedo coger un metro o un autobús, porque solo voy bien en mi coche conduciendo yo porque es cuando tengo sensación de seguridad», relata. Tiene un 35 % de discapacidad reconocida y 35 informes médicos aportados a la causa que detallan la ansiedad que sufre y que la obliga a medicarse a diario para no caer en los ataques de pánico, que es a lo que más le teme.

Además de los daños físicos y psíquicos que le dejó el accidente de Angrois, a Teresa Gómez-Limón le duele tanto o más el haberse sentido «maltratada» en los diez años que ha durado la instrucción del caso. No ya por su propio partido político, el PP, del que salió por entender que en aquel momento no apoyó a las víctimas del Alvia, pero también por las aseguradoras de Renfe y el ADIF. «La instrucción ha sido larga, pero yo entiendo que es un procedimiento complejo, pero es que hay algún informe que dice que dice que no considera que yo el día 24 tuviera pérdida de calidad de vida porque ingresé a las doce y pico (día ya 25) en el hospital, pero oiga, es que yo el día 24 estaba debajo de un tren, tenía el cuerpo roto. Y no es por el dinero, porque es solo un día, eso no es dinero, pero hace que me sienta muy maltratada», señaló en el juicio de esta mañana.

«Por la muerte de mi hija no ha dimitido nadie»

Además de Gómez-Limón, víctima directa de la tragedia de Angrois, ante el tribunal que juzga el descarrilamiento de un tren Alvia el 24 de julio del 2013 en Santiago también comparecieron en la misma sesión otras víctimas, las que no figuran entre los 80 muertos y 144 heridos del cómputo oficial. Son los padres, madres y hermanos de aquellos que perdieron su vida en las vías, como Eva Pérez, que con 24 años acababa de terminar un máster y viajó aquel día a Compostela para disfrutar de las fiestas del Apóstol. Su familia ofreció un relato desgarrador de las consecuencias de la pérdida. «Te quedas parado en el tiempo. Es una herida que está ahí y que se sigue abriendo», explicaba su padre, Ricardo Pérez, mientras que su madre, Montserrat, se lamentó entre lágrimas de que ningún cargo político asumiera responsabilidades. «Por la muerte de mi hija no dimitió nadie. A mí solo me ha pedido perdón el conductor, pero nadie más. Siento mucha rabia, mucha impotencia».

La voz de otra víctima mortal sonó también ante el tribunal a través de las palabras de sus familiares. Celtia Uxía Cabido tenía 21 años cuando murió en Angrois. Había terminado la carrera y en pocos días viajaba a Inglaterra para trabajar como aupair. Iba en el tren con su prima Eva Pérez porque sus familias habían decidido, paradójicamente, que era más seguro que el coche. «Ahora es todo oscuridad», se lamentó su padre, Javier Cabido, «los políticos se van de rositas y tú tienes que seguir. Yo tenía dos hijas y ahora solo tengo una», añadió. También compareció su madre, María de los Ángeles, que aún no se cree que hayan pasado diez años sin ver a su hija. Además del dolor que la muerte de su hija les causó a ellos, también explicó que su hermana padece aún las consecuencias de tan trágica pérdida. «Ella dejo de dormir, duerme solo una o dos horas, está a tratamiento psicológico y estuvo un año sin estudiar», explicó.

Los padres de María Rey, María Carmen y José Jaime, también testificaron. Su hija tenía 32 años cuando falleció en Angrois. Vivía en Madrid con su pareja y, como tantas otras de las víctimas, iban a Santiago para disfrutar del Apóstol. «A cabeza négaseme a pensar que está morta», dijo su madre, que puso un marco con una foto de María ante el tribunal. El padre, algo más entero, explicó que no comprende «que el personal técnico esté avisando de que hay un problema y no se haga caso» y se quejó de que «fiscales y otras personas traten de tapar lo ocurrido». «Lo que queremos es que lo sucedido no vuelva a ocurrir», añadió.