
A los últimos episodios en Santiago hay que sumar múltiples casos en la provincia
20 mar 2023 . Actualizado a las 23:18 h.Tres mil iglesias, 12.000 cruceiros y un sinfín de puentes, plazas, edificios o vestigios históricos y prehistóricos conforman el patrimonio gallego, ergo, su identidad. Aunque protegido, en mayor o menor medida, sigue acumulando agresiones. Los últimos episodios que han reabierto el debate ocurrieron en Santiago de Compostela. Por el momento no se sabe ni quién ni cuándo, pero en ambos casos llegaron a la opinión pública después de que ellos mismos se grabaran poniendo en peligro dos piezas únicas: la escalinata de la Catedral de Santiago y su rejería barroca; así como la Fonte dos Cabalos de la Praza de Praterías.
Son solo dos ejemplos de una realidad que evidencia la impunidad que existe a la hora de «agredir» al patrimonio. A veces ni siquiera llega por parte de los ciudadanos, sino que lo permite la propia administración pública. Es el caso de lo ocurrido en Betanzos hace unos meses, cuando se permitió a un grupo de deportistas utilizar su torre medieval para hacer rápel, un tipo descenso con cuerda.
Mención aparte tienen los grafitis, como los que empañan los edificios del Orzán coruñés, muchos de ellos catalogados como bienes culturales protegidos (BIC), cuestión que tampoco los salva de las pintadas; algo que se repite en prácticamente todas las ciudades, aunque es especialmente sangrante en la herculina. Más al norte, en Ferrol, la polémica rodeó a la Virgen de Chamorro, cuya figura fue objetivo de los ladrones —que se llevaron 3.000 euros en las joyas que portaba— y que más tarde se vio envuelta en un acalorado debate por una restauración que no casaba con la versión original de la pieza. No se trata del único intento de atropello en el norte de la provincia, ya que en San Claudio, en Ortigueira, unas históricas casetas de feria también acabaron destrozadas sin que nadie pudiera frenarlo.
Los castros
No ocurre algo diferente con el patrimonio prehistórico, como puede comprobarse en el castro de Baroña, en Porto do Son, cuya muralla requerirá otra inversión de dinero público por el continuo desgaste que provocan los miles de personas que lo visitan y que no dudan en mover piedras y subirse a la edificación de contención a pesar de las alertas hechas por parte de los arqueólogos. Pero quizás si hay un tipo de elemento patrimonial que lleva décadas sufriendo el azote del ser humano son los cruceiros. Ubicados en todo tipo de lugares, que van desde plazas a caminos angostos, no es el primero, ni será el último, que ha acabado derribado y destrozado por culpa de algún coche o camión que daba marcha atrás.
Envuelta en un sinfín de incógnitas sigue la talla de la Virxe do Sar, que a día de hoy aún no se sabe cómo y por qué llegó allí. Lo mismo ocurre con los últimos vídeos difundidos en la Catedral de Santiago, lo que evidencia que el problema está lejos de solucionarse.
La Pedra da Ra de Ribeira, un éxito de recuperación de un espacio único
Aunque los «atentados» contra el patrimonio se cuentan por decenas en toda Galicia, también hay ejemplo de lugares, edificios o zonas que sí logran recuperarse. Desde Apatrigal destacan uno de la comarca de Barbanza, el mirador de la Pedra da Ra, donde se derrumbaron las escaleras que había en el lugar para crear un espacio diáfano y que se ha convertido en uno de los puntos más visitados de Ribeira.
Otra intervención de éxito, a pesar de las críticas, explican desde la entidad, es la realizada en la iglesia de San Martiño de Noia, donde se habilitó una entrada para personas con poca movilidad.
Hórreos en venta en internet, una práctica que es ilegal
Vender hórreos está completamente prohibido. Así lo marca la legislación en favor del patrimonio, pero aún así, los anuncios a través de la red abundan en webs como Milanuncios o Wallapop. Los últimos casos, explican desde Apatrigal, llegaron desde la zona de Carballo, concretamente de un hombre que quería el dinero para comprarle un coche a su nieto. Desde la entidad explican que este tipo de edificaciones están controladas por Patrimonio, así como escudos o cruceiros que están inventariados.

Carlos Fernández Coto, presidente de Apatrigal: «Un hórreo no puede limpiarse con una máquina de agua a presión, está prohibido»
Hay pocas personas que conozcan más y mejor el patrimonio de Galicia que Carlos Fernández Coto. Presidente de la Asociación para a Defensa do Patrimonio Cultural Galego (Apatrigal), se ha convertido en un referente a la hora de denunciar las varapalos que sufren los edificios y bienes históricos: «Hay una falta brutal de concienciación por parte de todos. Es una parte de la marca España. Parece que solo funcionamos a base de multas, como ocurre con los coches».
Cree que no está de más seguir el ejemplo de otros países cercanos, como es el caso de Finlandia. «Allí lo tienen muy claro. Si ocurre lo mismo que en Praterías, con la gente bañándose en la fuente, hay cuatro vecinos llamando a la policía. Saben lo que cuesta y les duele. Aquí no tenemos educación patrimonial».
Considera que «el problema más gordo es la impunidad, porque vemos los vídeos y no se identifica a nadie. Ni hay multas ni sanciones». Admite que en Madrid sí se sancionó a una persona con varios meses de prisión por atacar una obra de arte, «pero era en un espacio privado. Ahí hay alguien que se preocupa en investigar. En el caso de los chavales que se subieron a la reja de la Catedral de Santiago, no creo que causaran daños y tampoco tiene sentido denunciarlos para que finalmente salgan absueltos. Pero no se trata de un daño físico, sino moral. Le estás diciendo al resto de los ciudadanos que pueden actuar como consideren y que van a salir impunes», insiste.
Coto pone otros ejemplos similares, como las pintadas que aparecieron en Colegiata de Santa María del Campo, en A Coruña, y que considera una «aberración», así como otro menos tangibles «como lo que ocurre en Fisterra, donde los peregrinos queman ropa, tiran basura y contaminan, que es un maltrato del patrimonio y del paisaje».
Las claves
Admite que, aunque no todos viven el patrimonio de la misma manera que el más de centenar de socios de Apatrigal, deben cumplir con la legislación, sobre todo y lógicamente, la administración: «Cuando llegué de arquitecto a A Pobra, tuve que parar a los operarios que estaban limpiando el museo Valle-Inclán con una Karcher. ¡Está prohibido! Además que fueron borrando todos los escudos».
Dice que ha visto más casos así a lo largo de los años, y por ello en la restauración de la «Catedral de Santiago se utilizaron otros métodos. Como es el cepillo o el láser», cuestión que asegura también deben seguir quiénes limpian las piezas que tienen en sus casas: «Un hórreo no puede limpiarse con una máquina de agua a presión, está prohibido».
Aunque sabe que con esta última afirmación quizás se gane más de un detractor, Coto dice que seguirá defendiendo el patrimonio, sea donde sea, y frente a quien le toque. Es su regalo para las generaciones venideras.