Caminata para ayudar a conocer el misterio de la fuente de A Santiña, en Oroso

Cristóbal Ramírez SANTIAGO / LA VOZ

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CRISTÓBAL RAMÍREZ

La zona es rica en hallazgos arqueológicos, entre los que destacan dos castros

04 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Sobre Oroso planea un misterio. O al menos va camino de serlo: ¿dónde está el pequeño templo que abría sus puertas junto a la fuente de A Santiña? Porque ni rastro queda, como tampoco de la romería que allí se celebraba. Tampoco esa fuente es exactamente la misma que visitó en 1755 el padre Sarmiento cuando, siguiendo el Camino Inglés, se dirigió a A Coruña, porque las obras de la autopista la han afectado, si bien el desplazamiento dista de haber sido descomunal. Pero ¿y la capilla?

La zona inmediata es rica en hallazgos arqueológicos, porque el camino medieval que seguían los peregrinos para ir a Santiago y, claro está, para el recorrido de vuelta era el mismo que hacían en la prehistoria los habitantes de los lugares cercanos. Unos lugares cercanos que todavía existen y que es posible visitar: dos castros, si es que no se quiere ir mucho más allá, porque haber vaya si hay aquí y acullá.

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Así que, siguiendo los pasos del padre Sarmiento, se parte del puente a A Ulloa, en el parque de O Carboeiro de Sigüeiro. Hoy en día se marcha por una senda pegada al asfalto que hace más seguro el andar, por una recta que de repente hace un giro de 90 grados. Eso no era así seiscientos o setecientos años atrás, porque todo lo que queda a la izquierda, ahora ocupado por el extremo del polígono industrial, era una malata. Es decir, el lugar donde se congregaban los enfermos, con especial interés los que sufrían lepra, que estaban considerados unos apestados.

La primera sorpresa surge nada más empezar a andar en paralelo a la autopista, en cuanto se pisa tierra. Una apertura en la vegetación permite ir a la derecha una treintena de metros y luego recorrer una distancia algo menor a la izquierda. El excursionista se dará de bruces con un imponente foso y una gran muralla, todo ello sin excavar. Bajar y recorrer ese foso del castro de Vilares constituye toda una experiencia.

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De nuevo en el Camino Inglés, y sin que haya pérdida, se cruza una carretera no muy ancha. Ahí está el marco que indica la distancia que lo separa de la plaza del Obradoiro: exactamente 20,057 kilómetros. Paradójico: lo correcto es dar marcha atrás y contar medio centenar de pasos. A un lado, la AP-9. Al otro, un grupo de árboles que han crecido en los aledaños de otro castro, el de Vilalbarro, claramente circular con unas buenas defensas y un foso que no está completo, y que cada día que pasa ve cómo la vegetación lo engulle. Una limpieza, hecha con todas las garantías arqueológicas, no le vendría mal. Es más, roza lo seguro que el o los dueños tienen la obligación de hacerla. Y caminando se llega a A Santiña, que si hasta hace un año no podía presumir de buen aspecto ahora sí debe hacerlo. Bancos y mesa se ven impecables, ha sido borrada una estúpida pintada y ha sido colocado un panel explicativo de la importancia que desde siempre tuvieron las fuentes en el mundo rural gallego. De hecho todos y cada uno de los castros de Galicia han sido construidos mirando primero a qué distancia estaba el agua.

Y una vez en A Santiña seguro que el reloj marca la hora de echar un vistazo a los alrededores, muy gratos y que encierran un algo mágico, y que en verano frecuentan los 23.000 peregrinos que anualmente recorren el Camino Inglés. ¿Dónde estaría la capilla, que ha dejado su impronta en la toponimia, puesto que ese entorno se llama O Igrexario? ¿Tenía un cuidado atrio y un cementerio, como se afirma en algún documento reciente? ¿Los peregrinos se paraban a venerar a la Virgen —la Santiña— que se guardaba en el interior del humilde edificio? ¿Qué fue de la memoria histórica de aquella romería?