Hay un indisimulado optimismo en el comercio local sobre las buenas expectativas de la campaña navideña. Será porque la superación de la pandemia ha inyectado una sobredosis de ganas de comprar. Será porque la reactivación del consumo ya constatada desde el verano es tan potente que no la frena la inflación galopante, hasta el punto de vencer los malos presagios de las muchas voces autorizadas que auguraban un otoño catastrófico después del carpe diem estival y a la vista de las pésimas coordenadas por las que evoluciona la economía española y europea. Será, tal vez, por ese cierto blindaje de los bolsillos de una buena parte de la sociedad compostelana por el perfil laboral en el que sobresale el empleo público. Lo cierto es que se percibe animación navideña en las calles compostelanas, y no precisamente por un alto voltaje de los destellos lumínicos propios de la época, aunque todo ayuda. Miren si no la hostelería, que pese al lógico y seguramente contenido incremento de precios —como advierte el propio sector—, vive el frenesí de la vuelta a las comidas y cenas de compañeros de empresa, amigos o familias, como antes del covid y más. El optimismo se traslada incluso a un equipamiento comercial como Área Central, que desde hace demasiados años está en el filo y que ahora atisba un futuro esperanzador con un nuevo proyecto. Sin embargo, estas expectativas razonablemente buenas —teniendo en cuenta el contexto económico— no deben distraer la atención sobre la existencia de grandes precariedades en la propia sociedad compostelana, que se traducen en una demanda disparada de la asistencia para cubrir las carencias más elementales para una existencia digna. Los dos bancos de alimentos, Cáritas, el albergue de Xoán XXIII o la Cocina Económica levantan acta cotidiana de las necesidades apremiantes excluidas de este optimismo consumista, de personas para las que sería todo un lujo poder acceder a los bonos que han puesto en marcha las administraciones local y autonómica para incentivar el consumo sin aplicar una discriminación de beneficiarios por poder adquisitivo, algo que, superadas las circunstancias del momento que los motivaron, habrá de ser corregido.