Teletrabajo

La Voz

SANTIAGO

14 nov 2022 . Actualizado a las 10:51 h.

No creo que ni el Concello de Santiago ni la propia Xunta sepan cuántos de sus funcionarios están teletrabajando, pero deberían de tomar nota de Elon Musk, quien, mentalmente equilibrado o no, acaba de suprimir de un plumazo algo que casi nació con la pandemia y que ahora mismo no tiene ni la mínima razón de ser. Hay derecho al trabajo, no al teletrabajo.

Algún día, con perspectiva, se estudiará la productividad de quienes se quedan en su casa o en la cafetería dándole a la tecla, sean de la Xunta, del concello o de la propia Universidad. Porque si ya los ciudadanos de a pie sabemos que el ritmo de los presenciales en muchos casos resulta escasamente agotador (seamos educados), con las sin duda excepciones de rigor que son quienes pagan el pato, cuesta imaginar el esfuerzo que hay que hacer para levantarse y seguir en pijama, mientras más tarde con el móvil en la mano el teletrabajador se va a hacer la compra.

Pero este país no es serio, es pícaro, y zopilote el último. Y me manifiesto —que sí es un derecho inalienable— por lo que haya que manifestarse incluso por los pasillos adelante.

Por supuesto que al firmante le van a llover críticas, porque la libertad de expresión en este país solo es para mí y mis amigos, no para quien piensa de otra manera. Lo decía una mujer —culta, por cierto— de Ponteceso el otro día: «No estoy de acuerdo con lo que ha escrito». «Respeto su opinión», contesté. «Pues yo no respeto la suya», remató.

Y esto es lo que tenemos. Antidemócratas irrespetuosas, masas que quieren que se bajen los impuestos pero seguir disponiendo de los mismos servicios y reivindicadores del teletrabajo porque así el control es más laxo. Lo dicho: país de pícaros.