Ribasar, un magnífico fin de etapa al lado del río que inspiró a Rosalía

Cristóbal Ramírez SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Cristóbal Ramírez

Desde el puente de Codesido, aguas arriba, se ve un Sar muy ancho, con poca profundidad y fondo arenoso, y aguas abajo unos rápidos que alegran el ojo

07 nov 2022 . Actualizado a las 22:39 h.

Un recorrido por las orillas del río Sar, tan rosalianas ellas, lleva al excursionista al límite geográfico del municipio de Brión, parroquia de Bastavales (otra vez con claros ecos de la obra de Rosalía, la poetisa, no la cantante de moda). Y allí, como quien dice al lado de la corriente, se localiza la aldea de Vidaloiso, más grande de lo que parece desde lejos. Conforma un conjunto armónico y presenta al visitante alguna casa tradicional, de piedra vista, interesante.

En sus alrededores se extiende una tierra fértil formada pacientemente por los aluviones del propio Sar, tierra que fue aprovechada para cultivos pero con el inconveniente de que durante unos cuantos metros ha desaparecido el bosque de ribera. O mejor dicho, en el pasado lo han hecho desaparecer. Quede así la cosa.

De esa forma se llega a la carretera ancha que se cruza y se sigue de frente (una señal de senderismo lucha sin esperanzas contra el tiempo), señalizado Caxuxa, Outeiro y Fontao, para desviarse a la izquierda casi inmediatamente, dejando a la mano contraria una buena casa. El excursionista circula por una pista estrecha que discurre pegada al río que, sin embargo, va a perder de vista durante un largo tramo debido a la densa vegetación.

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El que sí va a ver es el Creso, un afluente del Sar muy pequeño y bonito. Y a partir del puente que lo salva, bajo los pies va a haber tierra y ante los ojos aparece un precioso bosque de especies autóctonas, que más adelante se convertirá en pinar para acabar siendo, antes de la aldea de Codesido, mixto. Con sus subidas y bajadas, que no asustan a nadie, el paraje se fija en la retina. Sobresaliente.

Sin hacer caso de ninguno de los desvíos que arrancan a la diestra —lo cual entra en el capítulo de la lógica—, un castaño, una parra, unas ovejas, un hórreo que vivió días mejores (hay otro, mejor, más adelante) y un ejemplo de feísmo, se llega a Codesido, andando por asfalto muy irregular —las raíces de los árboles tienden hacia arriba— los últimos 400 metros.

Lo que va a impresionar de Codesido no son las casas, que parece que van a ser devoradas por los árboles, sino el puente. Desde él, aguas arriba se ve un Sar muy ancho, con poca profundidad, fondo arenoso, y aguas abajo unos rápidos que alegran el ojo.

Pero hay que vencer la tentación de seguir camino y bajar un poco por la ribera, cosa que no se puede llevar a cabo sin cierta dificultad y esfuerzo (no recomendable para menores), porque así se comprobará que, si bien la plataforma del puente es cemento puro y no de los menos agresivos, tres tajamares rompen la corriente y denotan el origen centenario y noble de la obra.

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En fin, hay que cruzar el Sar de nuevo, en esa zona llamada A Ribeiriña, topónimo no muy original porque existen muchos por Galicia adelante. Esto es ya concello de Rois. La sugerencia no puede presumir de originalidad: ir siempre pegado al río, pero sigue sin verse por la exuberante vegetación que impide distinguir el gran meandro que forma la corriente. Una aclaración: sí es posible ir pegados al Sar, por supuesto andando, pero por un sendero que en algunos tramos no pueden ser calificados de cómodos.

En cualquier caso, se llega a Ribasar. Un magnífico palomar en ruinas hace referencia a un mundo rural más activo en tiempos pasados. En sus cercanías, el magnífico templo parroquial, del siglo XVIII puesto bajo la advocación de Santa Marina y que sustituye a otro medieval del que quedan muy pocos restos, de los cuales los contrafuertes son los más visibles. Un estupendo fin de etapa.