Fernando Vicente Gómez, psicólogo clínico: «No hay forma de ser psicoanalista sin pasar antes por el diván»

irene martín SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Sandra Alonso

Subraya el valor de la palabra y la escucha de uno mismo para combatir el sufrimiento

26 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Vino a Santiago para participar en un debate sobre qué libertad es posible, junto a Luis Landero y Tatiana Tibuleac, escritores premiados en la decimoquinta edición del certamen Novela Europea Casino de Santiago. Fernando Vicente Gómez, natural de Santander, sigue ejerciendo a los 80 años en París y Barcelona como psicólogo clínico, especializado en psicoanálisis. «Los viajes y la libertad de horarios me mantienen joven», señala tras sentarnos en la terraza del café anfitrión y antes de afrontar el coloquio, donde afirmaría que el autoconocimiento ayuda a tomar conciencia de las coordenadas de posibilidad en que transcurre la vida.

Formado en La Sorbona, Vicente dijo en 1987 en una conferencia en el IES Rosalía de Castro que el psicoanálisis había echado por tierra numerosos mitos, tal como titulaba La Voz de Galicia en su información. «Me refería a que la verdad no está en el exterior, sino en uno mismo. Esta es la diferencia con otras terapias. El psicoanálisis requiere más tiempo, algo que hoy no está de moda debido a las urgencias del sistema en que vivimos. Por otra parte, no hay forma de ser psicoanalista sin pasar antes por el diván. Yo estuve diez años», se apresura a decir al tiempo que ve el recorte de prensa de finales de los ochenta.

A Vicente le preocupa que se confunda el psicoanálisis con el coaching. «Este es un método para ayudar a favorecer las potencialidades de una persona, mientras que el psicoanálisis intenta por todos los medios que el paciente, escuchándose, pueda apoyarse en sí mismo», precisa el especialista, que por su consulta pasan tanto hombres como mujeres de todas las edades, «incluidos médicos o universitarios», añade, que quieren resolver conflictos amorosos, laborales, familiares… «Encontrarse a sí mismos vale para todos los casos», advierte. El valor de la palabra es otro aspecto en el que incide Vicente: «Uno de los personajes de Landero pregunta para qué sirve, respondiendo que revolver en la mierda no sirve para nada. Pero cuando el sufrimiento toma forma en los síntomas, nos incapacita para vivir el presente y afrontar el futuro. Es decir, o uno se acostumbra a convivir con el sufrimiento o uno cree que algo tiene que hacer. Y es aquí donde aparece el valor de la palabra. No la palabra del profesional, sino la tuya propia para escucharte. Y escuchándote sepas algo más sobre lo que ha podido originar tu padecimiento. Se trata de lo que yo voy a descubrir de mí mismo». Y de forma inmediata apostilla una «diferencia radical», la que hay entre el profesional que cree saber que el poder lo tiene él, frente al que cree que el saber está en el paciente, «y parte del remedio».

Preguntado qué es la felicidad para él, combinando su vivencia personal con la experiencia profesional, Vicente responde que es encontrar en algunos momentos una cierta paz consigo mismo. «Algunos dirán ¡qué poco es! Y yo les digo que la felicidad, la libertad y la sexualidad son de tal complejidad que creer que hay una respuesta es como intentar buscar una rueda cuadrada. Sin embargo, el deseo nos empuja continuamente a buscar, a condición de no caer en la trampa de que encontraremos algo que satisfaga plenamente nuestro deseo», indica.

El psicoanalista, que también trabaja con equipos interdisciplinares en instituciones psiquiátricas en lo que se llama espacios de supervisión, expresa una «gran» preocupación por la sanidad pública. «Debería haber recursos para poder prevenir y cuidar la salud mental de la población. Estamos derivando pacientes psiquiátricos graves a los servicios sociales, que no pueden ser su único referente. Deben estar dentro del sistema sanitario, porque a estos enfermos también hay que escucharlos, aunque deliren», concluye.