El pulpo, la noria y los besos también forman parte de la política

Emma Araújo SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Autoridades de todos los partidos se saludaron y dejaron ver en la Alameda

27 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Sin problemas ni restricciones de aforos, la Festa da Ascensión recuperó este año la normalidad plena, incluida la tradición de la clase política compostelana, y la que aspira a serlo, para dejarse ver paseando sonrientes por la Alameda exhibiendo poderío y buenas maneras. También para probar el pulpo, el plato tradicional de Galicia del que ningún político reniega, y del que se aprovecha todo, aunque los tentáculos siempre le ganan a la cabeza.

El saludo con beso incluido, una de las costumbres que muchos querían erradicar en la nueva normalidad, tiene vida para rato. Lo demostraron, entre otras, Mercedes Rosón y la popular Paula Prado, mientras Sánchez Bugallo, José Miñones, Valentín González Formoso, Noa Díaz, Borja Verea, Diego Calvo y Rosa Quintana apretaban manos y golpeaban hombros como si estuviesen festejando que Santiago vuelve a ser Capital Cultural Europea. Quizá porque a nadie se le olvida que dentro de un año la Festa da Ascensión coincidirá con la campaña electoral de las municipales, y seguro que ese día el ambiente será menos impostado que el de ayer.

Más discretos fueron los saludos intercambiados entre miembros de Compostela Aberta, Martiño Noriega incluido, con socialistas y populares, ya que CA parecía más interesada en ver los toros desde la barrera con la compañía de los exalcaldes Xulio Ferreiro, de A Coruña, y el ferrolano Jorge Suárez, que en compartir escenario y sobremesa con el resto de siglas. También Goretti Sanmartín, que no tuvo que ejercer de anfitriona de ningún dirigente del BNG, cumplió con el ritual de dejarse ver, al igual que los integrantes del nuevo partido Por y Para Santiago, deseosos de sumarse a la rueda política que suele convertir la Festa da Ascensión en un posado de autoridades varias.

Si el paseíllo político es tradición en estas fiestas, también lo es fotografiarse frente a la noria, un símbolo de los vaivenes de la vida y también de la política, que en apenas unos minutos lo cambia todo de sitio. Que se sepa, los únicos que quisieron disfrutar de las impresionantes vistas de Santiago desde las alturas en un día claro como el de ayer fueron los populares que, casualidad o no, eligieron entre la colorida oferta de asientos aquellos cuyo azul más se asemeja al de la imagen corporativa de su partido o del color de la bandera de Galicia. Y eso que había gamas de rojo y amarillo.

En Santiago a nadie sorprende que en la Ascensión las autoridades cambien los despachos por las mesas de madera corrida y recuperen tradiciones como el vino en taza que tanto aterra al sector vinícola. Como tampoco que personajes conocidos se dejen ver por la Alameda, una prueba más de que, cada jueves de la Ascensión, Compostela disfruta de lo importante: de la nueva y la vieja normalidad.