Sami Ashour: «Puedo presumir de haber mantenido nuestras raíces y de integrarnos aquí»
SANTIAGO

Señala que las bombas de Putin en Ucrania son «las mismas» que lanzó sobre Siria
17 may 2022 . Actualizado a las 23:38 h.El protagonista. Sami Ashour, que lleva quince años afincado en Santiago con su familia, está al frente de la Asociación Galaico Árabe Jenin, una entidad que agrupa a una treintena de personas y procura actuar de «portavoz social» de la causa palestina y la realidad de la ocupación israelí.
Dominar el árabe y el español le facilitó su trabajo actual, cuando la Universidade de Santiago empezaba a desarrollar programas de movilidad estudiantil como Erasmus Mundus. Sami Ashour (Gaza, 1976) aterrizó en Santiago con su mujer, Linda, y sus dos hijos, Mudi y Sara, en el 2007 para hacer la tesis en la USC, doctorándose en Economía. Hoy ya son cuatro los vástagos de este profesional que trabaja en la Universidade. «Ghaleb me dio mi primer trabajo. Me exigió que aprendiese el español cuanto antes para que pudiese ganarme la vida, pero también por respeto a la sociedad en la que te integras. Mis hijos pequeños lo llaman abuelo y los mayores, tío. Lo consideramos de la familia», cuenta sobre sus primeros tiempos en Santiago. «Linda está feliz, igual que los niños. En casa todos hablamos árabe, español y gallego; a veces con palabras mezcladas. Estamos contentos porque, afortunadamente, no nos falta de nada», señala con satisfacción.
Conservar sus raíces y, al mismo tiempo, estar integrados aquí es algo de lo que se siente orgulloso: «Mantener la identidad de mi familia y habernos integrado en la ciudad —donde hemos hecho amistades— se consigue desde el respeto, y es algo de lo que puedo presumir». Por razones de trabajo viajó a Jordania en noviembre y, en estos días, irá a Kazajistán; pero desde el 2013 no ha regresado a Palestina. «Tenemos allí mucha familia y estamos muy unidos, nuestros sobrinos son como hijos. Gaza está con restricciones de movilidad y bloqueo económico desde 2006, con lo que es muy difícil entrar y casi imposible salir. Es una misión muy complicada. Hace nueve años fuimos todos a la boda de una cuñada y tardamos más de dos meses en salir, con los consiguientes trastornos en los colegios de los niños y el trabajo», explica con amargura.
Sobre la invasión de Ucrania sostiene que las guerras no deberían existir. «En mi cultura la vida humana es lo más sagrado. Estoy muy disgustado por lo de Ucrania. Me duele mucho ver gente que pierde la vida por la barbarie de unos cuantos líderes mundiales. Yo también he vivido la pérdida de seres queridos por la ocupación de Palestina. Por otra parte, somos hipócritas, porque las bombas que caen sobre Ucrania son las mismas que cayeron sobre Alepo y Siria, las mismas bombas de Putin. Y los muertos son iguales», subraya Ashour. «Pero, dentro de lo que cabe, los ucranianos son más afortunados que otros olvidados, como palestinos, yemeníes, sirios, afganos… Porque a los ucranianos se les abren las puertas de Europa de par en par. No lo critico, pero lo señalo. Y por supuesto que me solidarizo con el pueblo ucraniano, al tiempo que les abrimos nuestras casas a los refugiados», añade.
Ashour es el presidente de la Asociación Galaico Árabe Jenin, cuyo nombre es el de una ciudad de Cisjordania «muy resistente» que hace veinte años fue atacada. La entidad, formada por unas treinta personas, actúa de portavoz social y «encauza» iniciativas políticas, sociales y culturales. «Un palestino es un político por naturaleza. No puede pasar un día sin ver qué pasa. Ojo, nunca he querido afiliarme a ningún partido político. Pero todos somos políticos por defender nuestra patria y nuestra causa justa. Los sionistas no nos dejan en paz. Es una agresión constante de Israel», denuncia el activista, al tiempo que condena el reciente crimen contra la periodista palestina Shireen Abu Akleh, «un asesinato a sangre fría», según declaró la cadena Al Yazira para la que trabajaba. «Es una pérdida muy grande. Todo el pueblo la llora. Llevaba muchos años informando con valentía y profesionalidad», concluye Sami.