Paseo por Negreira con el río Barcala como inseparable compañero

cristóbal ramírez

SANTIAGO

C. RAMÍREZ

Con bosques a la izquierda y un área recreativa, la iglesia y el campanario de Covas ponen un noble punto final

05 mar 2022 . Actualizado a las 04:55 h.

Negreira fue bonita: un cruce de carreteras con encanto hasta no hace muchos años, cuando se construyó a mansalva. Como gran monumento queda el pazo de O Cotón. Y detrás del edificio noble se extiende el terreno para la feria, y excepto los domingos ahí se puede dejar el coche, para luego cruzar la calle y admirar desde otro punto de vista el arco y la iglesia de San Carmen y San Mauro.

Además, en el extremo de la explanada se alza un bien concebido conjunto escultórico que realza ese espacio, un espacio en el que se planificó la primera huelga de tractores en la Transición, la primera vez que el campo gallego se hizo oír. La marcha sobre Santiago fue, vista con la perspectiva del tiempo, apoteósica. Lamentablemente, nada recuerda en esa plaza aquel gesto.

De manera que hay que continuar de frente, cruzar el río Barcala e inmediatamente girar a la derecha. Está señalizado como Ruta dos Tres Pazos, y en el campo de la feria hay un panel que explica por dónde discurre ese itinerario.

De manera que ahí se arranca a andar por una pista de tierra en excelente estado, ancha, con una única y suave subida que no mide más de media docena de metros y una bajada que ocupa el doble y, por lo tanto, con la mitad de la pendiente. El Barcala corre por ahí con aguas limpias y sin profundidad alguna, en ciertos puntos concretos algún árbol caído no logra ser infranqueable barrera.

Varios puentes que no ofrecen el menor peligro van a permitir salvar la corriente aquí y allá, el primero a los cinco minutos de echar a andar, de manera que el río deja de correr a la derecha y pasa a correr a la izquierda.

A esta mano va a haber siempre unos bosques estupendos, con el carballo mandando en cada centímetro cuadrado, mientras que a la contraria se han levantado, a distancia y en un nivel más alto, diversos edificios, entre ellos más de uno dedicado a actividades industriales. No embellecen el paisaje, desde luego, pero tampoco lo mutilan gravemente. Atención al segundo puente, sin duda el más interesante arquitectónicamente.

Al cruzar una pista asfaltada van a quedar a la diestra dos elementos que llamarán la atención. El primero es el Muíño dos Castros, en buen estado pero con el interior convertido en un basurero que habría que eliminar y, posteriormente, poner una cerradura en la puerta. El segundo es una magnífica finca. Por ahí el Barcala forma unos rápidos tan tímidos como bonitos, mientras que más adelante va a remansarse, labor a la que ayudan un par de caneiros que se encuentran a poca distancia entre sí, uno de ellos espectacular. Antes de este, por cierto, un puentecillo permite salvar la canalización que llevaba el agua al hoy silencioso molino.

Hasta el refugio de Covas

Esa tónica va a seguir hasta el refugio de Covas, muy extenso, con fuente (que funciona), barbacoas, bancos y mesas, lugar idóneo para que los más pequeños vayan a su siempre elevada velocidad de crucero.

Al llegar al asfalto el caminante verá un cartel que indica que por la izquierda se va a la Prolongación a Fisterra y Muxía. Una idea de un alcalde que no goza de reconocimiento, por lo cual lo mejor es no arriesgarse y seguir flechas y marcos oficiales. No era en absoluto mala la idea (el recorrido así gana mucho), pero sí su ejecución.

De manera que en el asfalto, a mano contraria sin hacer caso de un cartel que indica que por la diestra continúa la Ruta dos Tres Pazos. Hay que ascender un tramo corto, con buena pendiente pero con obligada parada en el medio, porque ahí se alza la iglesia y cruceiro de Santa María de Covas, con su pequeño cementerio frente a ella pero el nuevo, el que generalmente se construye tan pegado al templo que hace perder la perspectiva, en este caso se ha tenido la buena idea de levantarlo a prudente distancia.

Y un poco más arriba se cruza la carretera y se llega al campanario exento. Una construcción auxiliar de cemento no solo afea el conjunto, sino que está tan echada encima de aquel que apenas queda sitio para pasar entre ambos. Ahí hay que recurrir a la imaginación, a aquellos años no muy lejanos cuando la carretera pasaba más arriba. A los muertos se les llevaba ladera abajo hasta el campanario, porque ahí se alza un magnífico cruceiro con alto pousadoiro, y a continuación se continuaba descendiendo hasta la iglesia. Todo eso es historia: a alguien se le ocurrió trazar una carretera entre campanario y templo.