Seamos claros. La privilegiada superficie verde de Santiago, sea la más aristocrática de la Alameda, la plebeya de los barrios o la asilvestrada de los parques forestales a un paso del centro urbano, no va a atraer turistas por sí sola. Sin embargo, es un excelente complemento para la exuberancia pétrea de la ciudad histórica, para relajarse de la monumentalidad perdiéndose por kilométricos senderos o dejándose llevar junto al murmullo de nuestros ríos, pequeños pero cargados de historia. Digo yo que no le vamos a vender a los turistas el Ensanche como un emplazamiento urbano digno de otra admiración que no sean sus excelencias comerciales y hosteleras para satisfacer la avidez de compras y degustaciones que completarán el bagaje que se llevarán para el recuerdo, para repetir ellos mismos y para recomendar a otros que también vendrán a saborear una experiencia completamente satisfactoria. En esta historia de dos ciudades que son la vieja y la nueva, lo verde es un envoltorio de lujo que debe dar coherencia al conjunto y que interesa promover como un atractivo que contribuya a diversificar el disfrute de la ciudad, para los propios vecinos, en primer lugar, y para quienes nos visitan. Los parques no van a competir con la Catedral, ni falta que hace, pero pueden ayudar a que se entienda —y va siendo hora— que Compostela es mucho más que la Catedral y los monumentos que la rodean. En este intento de dar su justo valor al privilegio verde de la ciudad, es un acelerador el certamen del Árbol Europeo del Año, en el que está inmerso, tras ganar la fase española, el viejo carballo del parque del histórico Banquete de Conxo. Ahí está «o avó», en el trío destacado en cabeza, en competido duelo hasta fin de mes con el ruso y el polaco (este último con una sospechosa potencia de voto en el primer día), necesitado de que sus vecinos y todos los gallegos le den su apoyo. Pueden hacerlo votando en la web https://www.treeoftheyear.org/Vote y aquí no hay jurado que vuelva del revés el resultado. El podio no dejará de ser una anécdota, pero, igual que Tanxugueiras, «o avó» ya ha triunfado al encarnar el valor del Santiago verde, lograr que los vecinos nos identifiquemos más con él y fuera de la capital empiece a ser conocido y apreciado.