Jorge Hombre se retira, pero los discos de O Galo D'Ouro seguirán sonando

Juan María Capeáns Garrido
Juan Capeáns SANTIAGO

SANTIAGO

XOAN A. SOLER

El veterano barman ultima su relevo para reabrir el pub de la rúa da Conga

24 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

«Estaré aquí hasta que me canse». Cuando Jorge Hombre (Negreira, 1943) hizo esta declaración vital tan propia de él, O Galo D’Ouro celebraba sus cuarenta años de existencia. Con lo que no contaba el propietario del pub más auténtico de Santiago era con cerrar las puertas abruptamente un lustro más tarde, y por culpa de un enemigo insospechado e invisible.

Como todos, se encerró en casa con la familia y con sus libros, con la paciencia propia del que sabe esperar a que las truchas se delaten para tirar de nuevo la caña y ponerse otra vez detrás de la barra, que es lo que le gustaba. Y discutir sobre la vida con Fernando, el camarero que le secundó en los últimos años; o apurar un trago de whisky de las Highlands mientras desentrañaba los secretos de su elaboración y recordaba sus gloriosas capturas en los Ancares o en las Aleutianas, porque a Jorge se le podía ver de miércoles a sábado en su local o encontrarlo de casualidad en el culo del mundo. Eso era lo que le prestaba, pero las circunstancias no han acompañado para la deseada reapertura. Con disgusto por no haberse despedido de sus amigos como hubiera deseado, tomó junto a los suyos la difícil decisión de retirarse.

Lo que no se pierden son sus historias, que ahora podrá contar con más tiempo y menos ajetreo. Algunas de las anécdotas de sus expediciones por África, Mongolia, Groenlandia o su querida Alaska serían simplemente increíbles de no ser porque el que esto escribe se las escuchó con todo lujo de detalles a finales de los 80 y se las oyó relatar de nuevo con la misma precisión treinta años más tarde. La fantasía y la memoria mezclan mal, igual que algunos combinados con refresco que servía con indisimulado escepticismo.

Sus álbumes de viajes son fotografías de George —así le llaman muchos clientes—, con su sombrero y kilómetros de nieve o arena, la nada absoluta: «Soy un solitario, un nómada y voy por libre», le confesó en una entrevista a Nacho Mirás. Durante estas cuatro décadas y media se ganó el respeto del sector hostelero, de políticos, periodistas —Alvite lo consideraba su psicobarman— profesionales liberales, funcionarios, estudiantes con inquietudes, golfos sin remedio y gente del faranduleo que al entrar tenía que ponerse a tierra, porque el que mandaba era él, que para eso abrió en 1975 tras servir cócteles a Sean Connery, Jaqueline Bisset y a todo el reparto estelar de Asesinato en el Orient Express.

A este Hombre universal de Logrosa, que emigró a Londres siendo un niño, siempre le han llegado los reveses en los momentos más extraños. En el 2006, cuando ya rondaba la edad de jubilación, O Galo no volvió a abrir sus puertas en octubre. Sus clientes habituales sabían perfectamente que las vacaciones de Jorge eran largas e impredecibles, pero aquella ausencia era excesiva, por lo que muchos temieron el cierre definitivo. Después se supo que estuvo a punto de matarse tras viajar durante semanas por el desierto del Gobi, pero no fue superando una duna en todoterreno entre Ulan Bator y Pekín, sino en un taxi a la salida de Barajas, ya de regreso.

Entonces empezó a deslizar la idea de que su vida estaba más que cumplida y que iba a tratar de hacer lo que le diese la gana, abriendo el bar ocho meses al año y viajando y asistiendo a los conciertos que más le apeteciesen. Cree que la música es de las cosas que valen la pena en la vida, por eso O Galo se hizo popular por su Wurtlitzer cargada con discos de clásica, jazz y leyendas de los 70 a los 90. Él te dejaba escoger, pero cuando un tema le gustaba especialmente se escurría hasta una esquina y subía un puntito el volumen.

Ahora lo deja, pero el pub continuará. Junto a su familia, busca a algún apasionado de la hostelería que quiera mantener el espíritu que se forjó entre máscaras africanas, mapas imposibles y botellas de valor incalculable. El que se haga con las riendas debería tener en cuenta lo que adelantó a La Voz hace ocho años: «Esto lo construí con mis propias manos, lo creé a mi manera y me fastidiaría mucho que ahora viniera un tipo pensando solo en el dinero poniendo todo tipo de guarradas». Queda claro, boss.