Wendy Rey, presidenta del Viravolta y una de las entrenadoras, las está viendo crecer: «Es un grupo muy unido, con mucho carácter y personalidad, muy trabajador. Si te das la vuelta para atender cualquier cosa, ya están lanzando la pelota o la cuerda y probando cosas nuevas. Sale de ellas mismas trabajar sin cesar, se divierten».
A la vista de la trayectoria que están siguiendo y la proyección que se les adivina, no le sorprendería que la selección le abriese las puertas a alguna de las niñas. Aroa Rodríguez, otras de las integrantes del cuerpo técnico, la más remisa a la hora de intervenir en la conversación, no dudó en sumarse en este caso al pronóstico. Marta Comendador apunta que «con 13 o 14 años ya empiezan a echarles el ojo».
El nivel del equipo, y el hecho de que «el código de puntuación beneficia la dificultad», tal y como comenta Noelia Fernández, llevó a Viravolta a apostar por un ejercicio de pelota y cuerda de la máxima exigencia. A la vista de los resultados, acertaron. Y por muy jóvenes que sean, las niñas no pueden decir que no sienten la presión. «Las que de verdad van a competir, la notan antes de salir», apostilla Noelia.
Ellas son las protagonistas y las artífices, pero las entrenadoras de Viravolta no olvidan el sacrificio de los padres. «Su papel es fundamental —resume Wendy Rey—. Sin padres no habría nada. Son el pilar número uno». A ellos les toca también el día a día de los entrenamientos, y el de los desplazamientos cuando hay competiciones, tanto de ámbito autonómico como estatal. En Valladolid lo disfrutaron tanto o más que las niñas, y vivieron la tarde restando muescas, cada vez que un rival quedaba por debajo en la puntuación.