Santoro, el tataranieto de una siciliana que trajo la auténtica pizza de Nápoles

Juan María Capeáns Garrido
juan capeáns SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Sandra Alonso

Cambió un camión restaurante en Suiza por una pizzería en Compostela

29 nov 2021 . Actualizado a las 09:36 h.

Como tantos otros jóvenes, Emilio Osorio Santoro no encontró acomodo ni a la primera ni a la segunda en sus estudios universitarios, hasta que su padre le puso sobre la pista buena: la hostelería, un sector que su familia pontevedresa conocía de primera mano. Se vino a Santiago al Centro Superior, y en el complejo de A Barcia conoció a su mujer y socia, Leticia Varela, que es responsable al 50 % de todo lo que les sucedió después, pero que prefiere ceder el protagonismo a su pizzaiolo. Desde Compostela partieron para aventurarse en distintos proyectos que le llevaron a trabajar y emprender con éxito desigual en Barcelona, Valencia o Sanxenxo, hasta que fue de nuevo su familia la que le inspiró para dar con la receta correcta.

Tataranieto de una siciliana de Palermo, Emilio se propuso meterse hasta el fondo en las harinas de la cocina italiana, pero del mismo modo que un cocido gallego no es igual que un maragato o madrileño, el destino que escogió para hacer un curso fue Nápoles, donde se hacen las pizzas que a él realmente le gustan: masas finas y húmedas, bordes crujientes y horneadas a 400 grados al estilo De Michele, el modesto local que ha alcanzado fama internacional. «Me comí una pizza de 33 centímetros y me di cuenta que era lo que quería hacer, porque me parecen más digestivas y aprecias mejor el tomate o la mozarella fresca», relata como si estuviera degustando una de sus creaciones.

Su última etapa antes de regresar a Santiago fue larga y apasionante. Se instalaron en Suiza, en Lausana, una de las ciudades francófonas del país helvético, donde es posible que haya incluso mejores pizzerías que en Italia, y desde allí se movieron durante años con un camión restaurante por festivales y eventos privados para empresas y bancos. Y por fin tuvieron lo que hay que tener para asentarse: algo de dinero y una hija.

Un Solete

El resultado de su decisión de retornar fue la Pizzería Santoro, en la avenida de Ferrol, que abrieron unos meses antes de la pandemia. Pese a las circunstancias adversas se han ganado en poco más de dos años un hueco en el Olimpo pizzero compostelano, mano a mano con Sicilia in Bocca, el restaurante italiano que, en un gesto de honestidad, recomendaría si el suyo no existiera. Al éxito de público, en el local o a domicilio, han sumado este mes un Solete, el reconocimiento que hace la Guía Repsol a esos locales vivos, populares y aptos para todos los bolsillos que se convierten en rincones emblemáticos de las ciudades. Bravissimo.