Los propietarios de la casa de Cornes, en Santiago, abren la vía judicial contra los okupas

o. p. SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Sandra Alonso

El juzgado de primera instancia número 1 de Santiago se encarga del caso

11 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La familia propietaria de la casa okupada en Cornes formalizó la presentación de la demanda para recuperar la vivienda. Gregorio Romero confirmaba ayer que el caso correspondió al juzgado de primera instancia número 1 de Santiago, ante el que se presentó demanda de juicio verbal de reclamación de posesión. Primeras acciones judiciales y primeros gastos para la familia, con 600 euros de aprovisionamiento de fondos para el caso, indicaba el dueño. Toca esperar acontecimientos y seguir la evolución judicial del expediente, con la esperanza de que el proceso sea ágil. Su letrado ya les había advertido de que en el mejor de los casos transcurrirán tres meses hasta la expulsión de los usurpadores. Pero un plazo más realista marca un semestre para ver concluido el proceso judicial, en función de la carga de trabajo que soporte el juzgado.

Gregorio Romero comenta sobre su estado de ánimo: «Algo más tranquilo me siento, pero la inquietud va por dentro. Te acuerdas de lo que te falta». Siente al menos solidaridad vecinal, como el ofrecimiento del dueño de la casa colindante para lo que pudiera necesitar. Además, en otra vivienda próxima acaban de empezar a vivir inquilinos estos días, «que pueden echar un ojo a estas propiedades, porque desde esa casa se ve perfectamente la mía». Miradas como las que dirige prácticamente a diario su hija Sabela al inmueble, pero desde Romero Donallo. Ya no pasea por Cornes y evita así enfrentamientos con los okupas, que habían aumentado las amenazas al trascender públicamente el caso.

«Están más encerrados en la vivienda, sobre todo cuando observan las cámaras», indica Sabela Romero. Durante esta semana televisiones nacionales hicieron conexiones en directo desde el exterior del inmueble, y señala Sabela que fue en esos momentos «cuando nos increparon, al ver las cámaras, con insultos también a los reporteros. Están dentro y van abriendo y cerrando ventanas un momento para insultar».

En su familia, confiesa, la okupación de la casa de Cornes se ha vuelto monotemática: «Estamos todo el tiempo hablando de lo mismo. Te genera estrés no poder ir allí tranquilamente, y también entrar en televisión para contar el caso. No nos gustaría estar haciendo esto», pero creen que dar visibilidad al problema puede ser positivo.

La «chica loca» que los graba

Si los okupas increparon el día que fueron descubiertos al propietario de la vivienda preguntándole qué hacía intentando entrar en su casa, en días posteriores continuaron difundiendo relatos totalmente alejados de la realidad con vecinos de la zona. Así, a una de ellas le explicaron que «había una chica loca que paseaba con un perro, que les grababa vídeos y que iba poniendo salchichas con alfileres como trampas para los canes». La referencia era a Sabela Romero, que en los primeros días grababa a los okupas en el exterior de la vivienda con sus cachorros, mientras era a su vez grabada por ellos. Era fácil compadecerse de los jóvenes supuestamente acosados con grabaciones, porque la vecina de Cornes pensaba que eran unos nuevos inquilinos que habían empezado a vivir en la casa con sus cachorros; más tarde se enteró de que eran okupas y de la inverosimilitud de la narración sobre el reparto de trampas mortales para canes.

Recogida de la producción del huerto sin complicaciones

Gregorio Romero pudo al menos recoger la producción que le quedaba en el huerto anexo a la vivienda okupada. El pasado sábado fue hasta el lugar acompañado por su hija para hacerse con la cosecha que estaba aún pendiente, de tomates a pimientos. La familia no quiere que él vuelva solo por la zona: «Él tampoco se siente bien yendo allí, viendo que están en ellos en su casa al lado». La recogida de los productos del huerto transcurrió sin incidentes con los okupas: «No se asomaron en ningún momento. Solo increpan e insultan cuando ven las cámaras», corroboran ambos.

Gregorio Romero tiene intención de sembrar ahora nabos en la parcela que cultiva en Cornes. Jubilado, con 76 años, es un pasatiempo que le gusta y no quiere renunciar a él, aunque temporalmente la okupación lo haya dejado sin la casa donde se cambiaba de ropa y donde guardaba en la nevera lo que iba dando la tierra. Su hija lo acompañará, porque no está tranquila si su padre acude solo hasta el lugar, aunque por el momento las amenazas verbales no se vieron acompañadas de intentos de agresión física.

En la casa parecen seguir residiendo dos chicas y dos chicos, señala Sabela, «aunque uno de los que habíamos visto la primera noche no lo volvimos a ver. Apareció otro, cuando estaba yo allí con un equipo de televisión, que entró rápidamente en la casa para que no lo grabasen, aunque sí se le ve en las imágenes. En el momento ni nos dimos cuenta de que entraba», indica.

Mientras la familia sigue con su único tema de conversación desde hace dos semanas, el tiempo avanza lento en el largo plazo vociferado por los okupas a modo de amenaza: «Vamos a estar un año». Les quedan 50 semanas.