Virgilio Fernández: «Para Manolo García soy o rapaciño; para Compay Segundo, el gallego»

Olalla Sánchez Pintos
Olalla Sánchez SANTIAGO

SANTIAGO

El músico y técnico de sonido Virgilio Fernández toca el piano y la guitarra en un estudio que instaló en su casa de la rúa de San Pedro, a la que regresó hace 18 años tras una exitosa carrera en Madrid
El músico y técnico de sonido Virgilio Fernández toca el piano y la guitarra en un estudio que instaló en su casa de la rúa de San Pedro, a la que regresó hace 18 años tras una exitosa carrera en Madrid XOAN A. SOLER

El músico y técnico de sonido santiagués, que despuntó en el Rock-Ola, el templo de la movida madrileña, y trabajó, entre otros, con Radio Futura, Serrat y Sabina o Estopa, revive infinitas anécdotas. Desde hace años brinda su estudio de la rúa de San Pedro, en Santiago, para grabar a amigos

30 jun 2021 . Actualizado a las 00:18 h.

En la semana en la que el barrio de San Pedro vive sus fiestas, visitamos en esta calle a Virgilio Fernández, un músico y técnico de sonido santiagués de vibrante trayectoria. «Aún sigo haciendo giras con Manolo García», sostiene a sus 69 años, una edad que no aparenta. «Ya me lo dijeron al vacunarme», añade riendo.

Atraído por la guitarra desde niño, fue en la universidad cuando se integró en Segreles, su primera formación, centrada en temas populares en gallego. «En los años 70 esto era novedoso. Venía mucha gente a vernos», afirma locuaz sobre una etapa tras la que se traslada a Madrid para concluir Ingeniería Técnica Industrial. «Ahí me empecé a formar en el sonido», evoca antes de enlazar con su segundo grupo, de culto, donde toca y compone. «En Aguaviva interpretábamos letras de poetas como Lorca. La policía del franquismo, para los que éramos comunistas, nos vigilaba por si decíamos algo inconveniente», recalca sin evitar ponerse a recitar. «Por un compañero recibí una petición del escritor Antonio Gala, quien quería una canción para una obra. Tras un primer intento, mi propuesta le gustó. En su casa me dio más letras para que las musicase, pero yo no llegaba a todo», subraya al repasar unos años de frenesí en los que gana destreza técnica y entra como sonidista en el Rock-Ola, el templo de la movida madrileña. «Fue una época maravillosa, pero también una majarada», admite. «Salvo algunas bandas, la mayoría no eran musicalmente buenas, aunque sí brillantes en lo creativo. Para mí fue un reto lograr que todo sonase bien. Ahí nació mi estética de moderar el sonido, adecuarlo al sitio. En la sala también conocí a los de Siniestro Total o Radio Futura, con los que trabajé. Con su líder, Santiago Auserón, continué cuando siguió en solitario. Una vez, en A Quintana, estábamos en el camerino, que se situaba detrás, donde la crepería, y al percibir la resonancia del telonero me preguntó si nos iba a pasar igual. Le dije que tendríamos que sonar más bajo», encadena risueño mientras resalta su buena conexión. «En un concierto en Ribeira, y con el escenario de espaldas al mar, sentíamos el ruido del viento en los barcos, como un órgano. De ahí surgió su tema en gallego A misteriosa», apunta antes de volver atrás y reconocer, con humildad, una creciente reputación que le llevó a colaborar en televisión y a dar clases de sonido.

«En el estudio grabo a amigos, a gente de aquí. Una de mis metas es montar una cooperativa musical. En Santiago soy feliz. ¿Por qué no colaborar?», remarca
«En el estudio grabo a amigos, a gente de aquí. Una de mis metas es montar una cooperativa musical. En Santiago soy feliz. ¿Por qué no colaborar?», remarca XOAN A. SOLER

«Trabajé con Kiko Veneno y con grupos como Seguridad Social, que incluyó un tema mío, Mi niña, en su álbum Furia Latina. Nos dieron dos discos de oro por las ventas», recuerda mientras enseña uno. Entre risas, no olvida algún percance e infinitas anécdotas. «En un concierto con Serrat y Sabina en el estadio del Boca Juniors, la mesa del sonido se volvió loca. Paramos la actuación. En el camerino me dijo Serrat: "Menos mal. Salíamos muy tensos por ser final de gira. Nos quitaste los nervios"», rememora. «A uno de su equipo yo le llamaba rapaz. Durante una cena en un restaurante gallego un camarero se dirigió a él también así. Extrañado, me preguntó: "¿Pero él lo sabe?" Pensaba que yo se lo decía por ave rapaz al tener fama de ligón», acentúa divertido mientras rescata más ejemplos festivos de su impronta con la lengua. «Los de Estopa adoptaron la expresión ‘o carallo 29’, que me encanta», asiente. «Para Manolo García, con quien trabajo desde hace 13 años, soy o rapaciño; para Compay Segundo, el gallego. Hasta me nombró así en un disco», incide al rescatar su gran colaboración con el cubano, con quien protagonizó un artículo en el diario Libération. «Salgo con él y con el francés Charles Aznavour. Explico por qué cambiamos de tono en un tema. Compay aceptaba lo que le proponía. Repetía: "cuando el gallego dice así, es así"», destaca.

Ya en clave local, aclara que fue hace 18 años, tras enviudar su madre, cuando volvió a Santiago. «Mi trabajo me lo permitía, ya solo hago giras», remarca. «Me planteé trabajar con gente de aquí y experimentar con la música. Tengo este estudio, que no alquilo. Es para amigos. Lo importante es colaborar. Quique Azambuya, el maravilloso jazzman de Praterías, me hizo arreglos con algún tema», enfatiza. «Muchos vecinos se sorprenden al conocer mi carrera. Me dicen "has estado con los grandes", pero para mí esto es igual de importante. Siempre intento hacer algo nuevo», termina feliz.