«¿Adónde va?»

Cristóbal Ramírez

SANTIAGO

15 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

He dejado pasar un tiempo para que ni sus jefes ni sus compañeros lo identifiquen. Tampoco tengo queja alguna del agente de Tráfico que me paró en la zona de Portodemouros, no sé en qué ayuntamiento coruñés. Además, fue muy respetuoso y muy profesional.

En el más del millón de kilómetros que he hecho al volante he acumulado una media docena de multas. Cuatro o cinco por temas muy menores, y dos porque di con unos uniformados que tenían que denunciar sí o sí. Pero primero por obligación y luego por devoción, siempre he tenido buen concepto de los agentes de Tráfico: gracias a ellos se salvan vidas inocentes.

En fin, que me pararon. El agente se cuadró con gran estilo, yo bajé la ventanilla y con toda educación me hizo la pregunta más tonta que me hicieron en mi vida: «¿Adónde va, caballero?».

Menos mal que tenía la mascarilla puesta porque si no me vería reprimir la risa, que se quedó en sonrisa. Por la mente se me pasó contestarle, con la misma educación de que él hacía gala, que iba adonde me daba la gana, solo faltaría, y que la pregunta era por lo menos inconstitucional. Luego, como tenía aspecto de buena persona, iba a decirle que dudaba entre ir a cumplir el débito con mi amante de Melide o con la de Arzúa, pero me contuve. La escena tenía algo de surrealista, en una carretera secundaria en medio de montes de enormes eucaliptos, y sin posibilidad alguna de que el agente pudiese comprobar si le mentía o no: ¡podía decir que iba a Ferrol o a Lugo, qué más daba!

Como ni él ni yo queríamos complicaciones innecesarias, le dije que estaba algo perdido, que simplemente hacía muy buen día y daba una vuelta por ahí. Me orientó de manera profesional y nos despedimos. Fin.