Manolo Tojo: «Llegamos a vender hasta 30 maletas al día y los maletines de conselleiro»

Olalla Sánchez Pintos
Olalla Sánchez SANTIAGO

SANTIAGO

Manolo Tojo posa junto a su mujer, Conchita Castro, delante de Toxo, la tienda  de artículos de viaje que heredó de su padre. En la bolsa evoca la zapatería que abrió su abuelo en Santiago en 1913. A pie de calle, en Xeneral Pardiñas, elogia al comercio local: «Los de estas tiendas tomábamos café juntos. Aquí hice grandes amigos»
Manolo Tojo posa junto a su mujer, Conchita Castro, delante de Toxo, la tienda de artículos de viaje que heredó de su padre. En la bolsa evoca la zapatería que abrió su abuelo en Santiago en 1913. A pie de calle, en Xeneral Pardiñas, elogia al comercio local: «Los de estas tiendas tomábamos café juntos. Aquí hice grandes amigos» PACO RODRÍGUEZ

La crisis del turismo y la falta de relevo anticipan el adiós de Toxo, la emblemática tienda de artículos de viaje de Santiago que cumple 50 años: «Si no fuera por el covid, ya hubiéramos cerrado en diciembre»

01 mar 2021 . Actualizado a las 23:55 h.

Los dos hermanos llevan media vida despachando artículos de viaje al frente de Toxo, la emblemática tienda que suma 50 años en la rúa Xeneral Pardiñas. Ahora ambos, Manolo y Julio Tojo, se preparan para hacer las maletas por jubilación. Charlamos con el primero en el Ensanche. «Si no fuera por el covid, ya hubiéramos cerrado en diciembre», destaca Manolo al detallar el impacto de una pandemia que les obligó a enviar a tres trabajadores al ERTE y, este año, a esperar seis meses más, una vez se reincorporen en mayo. «Nos despediremos en diciembre o a inicios del 2022. No tenemos prisa, aunque ya tengo casi 70 años», desliza con una sonrisa mientras observa cómo su mujer, Conchita Castro, asiente. «Me da pena porque ya crecí en una tienda», enfatiza al recordar con orgullo a una saga de comerciantes que dejó huella en Santiago desde 1913.

«Fue mi abuelo, que venía de Touro, el que empezó todo. Trabajó en los Almacenes Mosquera, en la rúa do Preguntoiro, que posteriormente, fueron los de El Pilar. Después ya montó una zapatería donde ahora está el restaurante A Curtidoría. Años después, inauguró un bazar, Comercial Tojo, en la Calderería, que aún sigue», evoca. «Allí era feliz. Hasta nací en esa casa», apunta. «Me encantaba el trato con la gente. Eran otros tiempos y nos conocíamos todos», recuerda con añoranza sobre una juventud en la que estudió contabilidad, lo que le condujo a trabajar en un banco, primero en Madrid y, desde 1970, en Santiago. «En esos años mi familia levantó un edificio en este solar. En 1971 mi padre abrió la tienda en el bajo», señala, sobre un amplio espacio de 300 metros bautizado como Toxo. «Fue para diferenciarlo», aclara. «Al principio se hacía grande y un primo apareció con ramas de toxo para llenarlo», comenta risueño antes de rememorar más anécdotas. «A mi padre, que no sabía inglés, una vez le entró un grupo de japoneses. Le preguntaban si todo era de leather (cuero) y él decía que sí pensando que ‘‘será para levar''», se ríe con cariño. «Fueron años buenos. El comercio de Santiago tenía fama. Había un cliente de Madrid que venía en avión ex profeso para comprarnos en tres locales de la manzana», incide alegre sobre una época álgida en la que también se presentaron en la tienda nombres conocidos, como los presidentes del Gobierno Adolfo Suárez o Leopoldo Calvo-Sotelo, y que continuó tras la jubilación de su padre en 1990, año en el que él deja el banco y se centra solo en el negocio.

PACO RODRÍGUEZ

«Decidí hacer una transformación, modernizarlo», resalta mientras hace relucir su buen humor. «Mis padres se fueron de viaje a América. No querían ver cómo ‘‘nos arruinábamos''. Nos decían ‘‘es una locura'', porque para el cambio había que cerrar un mes», apunta. «Fue un acierto. Hicimos una liquidación y terminamos las existencias en veinte días. Cuando reabrimos, se cuadruplicaron las ventas», subraya mientras ahonda en la clave para llegar al público. «Trabajamos con firmas de alta calidad, como Samsonite, para la que somos un cliente vip», acentúa. «Su presidente en Europa vino a comer a Santiago», remarca agradecido, antes de insistir en la buena respuesta de sus vecinos, algo que les animó en 1993 a abrir un segundo establecimiento en Área Central. «En Navidad, época que nos supone una tercera parte de las ventas del año, esto se llenaba. Ahí veías la fidelidad de la gente, que volvía. Teníamos que despachar cinco personas», recalca. «En los buenos tiempos llegamos a vender hasta treinta maletas al día y los maletines de conselleiro», detalla al evocar otro artículo en el que también eran referentes. «Suministrábamos a la Xunta, tanto del PP como del bipartito. También, al Parlamento. Cada uno costaba sobre 150 euros. Esto ya no se lleva», lamenta mientras subraya que «todo cambió». «Ahora, después del viaje, nuestro fuerte es el paraguas. Compramos miles al año para las tres tiendas, incluida la que abrimos en 1997 en Vigo. Allí se venden más porque la gente sale de casa sin él», sostiene jovial mientras comparte más vivencias. «Me gusta hacer bromas pero un 28 de diciembre un familiar me la gastó a mí. Nos habían robado una cazadora de piel y me telefoneó identificándose como el ladrón y pidiendo dinero. Le creí y hasta vino la policía», aclara divertido.

Ya con pesar, alude a la época actual. «Las grandes áreas y la venta online nos pasaron factura. La pandemia lo remató al hacer que las ventas cayesen en un 50 %», remarca. «Mis hijas tienen sus trabajos y, por ahora, no hallamos continuidad. Apena decir adiós, pero todo llega», concluye con emoción.