Carlos Juiz: «Dar mi tiempo es el mejor salario que me traigo para casa a diario»

irene martín SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Sandra Alonso

Fía a un amento de socios y donaciones poder ampliar la demanda asistencial

09 feb 2021 . Actualizado a las 23:27 h.

Solo era un niño cuando su familia emigró a Barcelona, donde estudió y forjó su trayectoria profesional. Carlos Juiz Díaz (O Incio-Lugo, 1959), diplomado en Finanzas, empezó de botones con catorce años en una entidad bancaria. «Trabajaba de día y estudiaba de noche. Así hice el bachiller y mis estudios superiores. Luego el banco me pagó un máster. En fin, aquello me proyectó y acabé siendo director de oficina veinticinco años», según explica el profesional que, tras la prejubilación, dedica su tiempo a Cáritas Interparroquial de Santiago, donde es administrador voluntario.

«Hace diez años perdí a mi mujer, María Jesús. Durante su enfermedad vi a voluntarios de la Asociación del Cáncer y se me encendió una llama. Y me dije a mí mismo que cuando tuviese tiempo yo haría algo parecido. Así que cuando me retiré de la vida activa, me fui a Cáritas y aquí encontré el encaje perfecto», tal como cuenta Juiz, que era el director de la oficina principal del Banco Santander en Santiago. Así que, ahora, en vez de encaminarse a la praza de Galicia, sube a la sede de Hospitaliño, en cuyas oficinas permanece una media de tres o cuatro horas diarias. «Mi retorno como voluntario es espectacular. Yo fui un privilegiado con un buen trabajo. Dar mi tiempo es el mejor salario que me traigo para casa a diario», según confiesa.

La Interparroquial tiene ocho profesionales fijos en nómina y unos doscientos voluntarios, con mayoría de mujeres. «Más de la mitad de los voluntarios son gente joven, que además llevan la responsabilidad de programas muy importantes con los niños. Ellos nos dan la vida y nuestro agradecimiento es constante. Que los jóvenes roben parte de su tiempo para otorgárselo a la gente necesitada tiene mucho mérito. Hasta el arzobispo se sorprendía de que tuviésemos tantos», subraya.

La entidad, cuya administración y patrimonio supervisa Carlos Juiz -acompañando de cerca en la gestión al director, Luis Calviño-, maneja un presupuesto anual de 600.000 euros aproximadamente. La mitad lo consume atención primaria, un fondo del que se beneficia un millar de personas en concepto de alquileres, recibos de casa, pisos de acogida, alimentación, etcétera. «Nuestra idea -indica Juiz- es mantener el mismo presupuesto este año, a pesar de que la demanda asistencial crecerá, en torno a un 30 % por lo que nos dicen los últimos meses, y los ingresos caerán, porque las colectas de las misas están bajando estrepitosamente desde la aparición de la pandemia. Así que calculamos que necesitaremos 50.000 o 60.000 euros más para sostener el programa de atención primaria, cantidad que pretendemos lograr aumentando los socios y las donaciones directas».

La otra mitad del presupuesto general se lo reparten los programas de familias monoparentales (Abeiro) y la atención a los niños (Cativos), por un lado; y el programa de empleo, por otro, que incluye itinerarios de adaptación laboral, contratación de profesores para los cursos y la compra de material didáctico. «En cualquier caso, nosotros siempre atendemos a todas las personas que nos llegan, a pesar de la pandemia y sus restricciones. Trabajamos con cita previa, pero también somos conscientes de que este sistema no siempre funciona. Y con los niños hacemos grupitos-burbuja para mantener el aislamiento», advierte.

El Concello, la Xunta y el IRPF del Estado nutren la mayor parte del presupuesto que gestiona Cáritas Interparroquial de Santiago, cuyo 40 % restante procede de ingresos propios.