Las terrazas resisten bajo mínimos con los cafés de los clientes asiduos

Margarita Mosteiro Miguel
marga mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Sandra Alonso

La afluencia es ahora testimonial y se limita a consumiciones rápidas

23 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El cierre de la hostelería a las seis de la tarde deja las calles del casco histórico prácticamente vacías tras la sobremesa. A las 20.00 horas, «solo queda abierta la panadería y el supermercado. Da mucho respeto estar por la calle», apuntan desde la farmacia de la Rúa do Vilar. «Con el cierre de la hostelería a las seis de la tarde, el comercio del casco histórico va cerrando poco a poco», corrobora un comerciante del Toural.

El movimiento se concentra fundamentalmente hasta las dos de la tarde. Entre las tres y las seis, las mesas están vacías, y salvo algún caso aislado son pocos los que toman el café de sobremesa. Las terrazas resisten, pero lo hacen bajo mínimos. «Mejor ingresar 20 euros que nada, pero yo no abro por la tarde», comenta Isabel Horta, del Belke, en San Roque. Los hosteleros señalan que el café se ha convertido prácticamente en el único producto que se despacha en los bares y cafeterías de la ciudad. «En todas sus variantes, pero café y desayunos», dice María, de una pequeña cafetería de la zona vieja.

Entre semana, ese consumo matinal es fundamentalmente de trabajadores, que se mueven en el entorno de sus puestos de trabajo. En las inmediaciones de los edificios administrativos de la Xunta van a los cafés de San Caetano y Basquiños, o al establecimiento del propio edificio público. Lo mismo ocurre en el Ensanche, donde los cafés se mantienen «con los clientes fijos, los que venían antes, y que ahora lo hacen por ayudar», explica el camarero de Arena, de Doutor Teixeiro. Lo que ha sorprendido incluso a los hosteleros es que en jornadas de intensa lluvia, como la del pasado jueves, los compostelanos siguen cumpliendo con el ritual del café de media mañana. Otra cosa son las comidas. Pocos, muy pocos, son los que se atreven a comer sentados en una mesa exterior y cobijados solo por un toldo, incluso cuando hay calefactor.

Durante el fin de semana se produce un cambio en el tipo de consumo. Baja el café, y suben los vermús y vinos de mediodía. «Los días de buen tiempo, como en el pasado fin de semana, tuvimos gente hasta más tarde, hasta las tres. Y la gente se quedó a comer. Pero con el mal tiempo ya cambia», explica un hostelero del entorno de la Praza de Abastos.

Algún bocadillo se despacha en los cafés de Porta Faxeira y el Ensanche, pero «muy pocos se ponen a comer en una terraza. Hace frío, y los días de lluvia tampoco presta la comida», comentan en una tapería de la rúa de San Pedro. Las terrazas de invierno no sacan a los trabajadores del ERTE. «Todo lo que entra es bien recibido, pero tengo a 11 personas en ERTE y trabajan unas horas», apuntan en el Suso.

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«Veño todos os días, hai que botar unha man entre todos» 

El placer de disfrutar de un buen café es mayor que el castigo del frío y la lluvia para algunos compostelanos, que no están dispuestos a prescindir del tentempié aunque caiga una lluvia intensa. «Todo sea por un café», apunta Miguel, que acaba de disfrutar de uno en la terraza del Estudio, en la rúa Doutor Teixeiro. En la jornada del jueves, cuando la intensidad de la lluvia fue muy elevada en la ciudad, las terrazas se quedaron casi vacías, pero en la tregua matinal de ayer los compostelanos volvieron a ocuparlas.

En la cafetería Universal, Patricia reconoce que «solo voy a las terrazas. Cuando se podía estar en el interior, yo ya estaba solo en las mesas de fuera». En la mañana de ayer, la mejoría del tiempo convertía la estancia en las terrazas en una actividad menos complicada que durante el jueves. Raquel, que desayunaba en la del Arena, en Alfredo Brañas, reconocía que «cada día desayuno en un sitio distinto. Es por echar una mano». Eso sí, el jueves «llovía muchísimo, y entonces no bajé». Lucía, que guarda la cola para llevarse un café del Jacobus, apunta que «en las terrazas no me quedo, hace frío y no es cómodo».

Sin embargo, Esther mantiene la costumbre de tomarse un café en el Pepa Loba. «Veño todos os días. Se chove moito, o levo para o posto da Praza. Hai que botar unha man entre todos». La ventaja de la terraza de este local es que «está protexida do vento, e cos toldos aínda se aguanta ben». Es el mismo caso de la terraza de la cafetería Suso. «Al estar debajo de los soportales, estamos protegidos. No venimos siempre, pero tampoco se está mal hoy», señala Marisa desde una de las mesas del bar Suso. «Al final te acostumbras, y si quieres un café no queda otra», puntualiza Pablo.

El propietario del Suso reconoce que las consumiciones en la terraza son casi exclusivamente de café. «La gente viene de mañana. Entre las 4 y las 6 de la tarde no hay nadie». Fernando, de La Liga, explica que abrir el negocio «casi es por estar aquí. Entre la lluvia y las obras que hay delante del local está siendo muy complicado». Eso sí, «a las dos cierro, porque luego no hay nadie en la calle. No vale la pena estar». La situación, según reconoce, «es peor para los que tienen local de comidas. ¿Quién va a comer en una terraza con frío y lluvia? Solo es para café».