Rosario Porto recibe sepultura en el cementerio santiagués de Boisaca

La Voz SANTIAGO

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Paco Rodríguez

El entierro, al que asistieron ocho personas, tuvo lugar a la una y media del mediodía del sábado

28 dic 2020 . Actualizado a las 11:19 h.

Los restos de Rosario Porto ya descansan en el cementerio santiagués de Boisaca. Llegaron desde Ávila, donde permanecían desde el pasado 18 de noviembre a la espera de que el juez permitiese que sus familiares se hiciesen cargo del cuerpo. El coche fúnebre llegó a las puertas de Boisaca en torno a las 13.20 horas, y diez minutos después entró en el cementerio, donde los operarios ya tenían preparada, desde el día anterior, la tumba —propiedad de la familia materna de la fallecida, los Ortega Romero— para efectuar el entierro.

A su llegada al cementerio, el féretro estuvo acompañado por ocho personas, además de operarios y personal fúnebre allí presente. Entre los asistentes se encontraba el abogado de Porto, José Luis Gutiérrez Aranguren, que esperó junto al resto de la comitiva alrededor de diez minutos antes de entrar en el camposanto junto al vehículo que portaba el cuerpo. A eso de la una y media entraba el coche en el interior de Boisaca y comenzaba el entierro, que se desarrolló con normalidad y sin ceremonia en un cementerio que lucía tranquilo, más allá de un par de decenas de personas que a esa hora de la mañana se acercaron para reponer flores en mausoleos y tumbas varias. No hubo curiosos y el acto finalizó pasado un cuarto de hora con la máxima normalidad.

Al haberse divorciado de su exmarido, Alfonso Basterra, este ya no está considerado familia legal. Debido a ello, de los trámites fúnebres se responsabilizaron los tíos y primos de Rosario Porto, que pidieron respeto para el duelo por la fallecida, que finalmente no fue incinerada. Sobre ello no dejó nada dispuesto en su testamento y quedó, por lo tanto, en manos de la familia, que decidió realizar un entierro tradicional.

A pesar de haberse quitado la vida el pasado 18 de noviembre en su celda de la cárcel de Brieva, en Ávila, los restos permanecieron desde entonces en el instituto forense de esa provincia. El retraso empezó por unos análisis encargados por el juez para una investigación que no fue considerada prioritaria por el Instituto Nacional de Toxicología. Los resultados no desvelaron ninguna anomalía sobre la muerte de Porto, pero el juez esperó a conocer el contenido de las últimas voluntades de Porto para comprobar si la fallecida había dejado por escrito alguna instrucción.

Una única heredera

El testamento de Rosario Porto estaba depositado en una notaría de Betanzos desde el 2014 y se redactó estando ella y su exmarido, Alfonso Basterra, presos en el penal de Teixeiro (Curtis). Su fortuna irá a parar a manos de una amiga suya, residente en Ourense, que será la beneficiaria de sus bienes, entre los que se encuentran dos pisos situados en dos de las mejores calles del Ensanche compostelano, además del chalé de Teo en el que se cometió el asesinato y un apartamento en Vilanova de Arousa.

El otro beneficiario del testamento nombrado por Porto era Juan Guillán, amigo y primer abogado que la asistió cuando fue detenida, que renunció a la herencia recientemente, como ya anunció que haría.

Rosario Porto y Alfonso Basterra, en el juicio por la muerte de Asunta
Rosario Porto y Alfonso Basterra, en el juicio por la muerte de Asunta XOÁN A. SOLER

Una mujer aparentemente frágil que siempre negó ser una asesina

Sus compañeras de prisión la veían como una mujer frágil y deprimida, con tendencia a la autodestrucción, como finalmente así ocurrió en la cárcel de Brieva (Ávila), donde se quitó la vida. No la vio tan débil el jurado que la declaró culpable, junto a su exmarido Alfonso Basterra, de haber asesinado a su propia hija, Asunta. Tampoco la vieron así el juez Taín, ni la Fiscalía, ni el equipo de la Guardia Civil de A Coruña, que en muy pocas horas desenmascaró la versión que contó aquella noche de septiembre del 2013 para justificar la ausencia de Asunta cuando presentó una denuncia por desaparición en la comisaría. No pensó en las cámaras de seguridad que la vieron en el coche con su hija y que tiraron abajo sus coartadas, ni en los testimonios que la mostraban como una mujer fría e insensible, ni en que los investigadores desconfiasen de ella ya en la misma madrugada en la que apareció el cadáver en una cuneta de Teo. Pese a que todas las instancias judiciales, desde la Audiencia de A Coruña al Tribunal Supremo, la confirmaron como una asesina, Rosario Porto siempre defendió su inocencia. A la tumba en la que ayer fue enterrada en Santiago se llevó sus secretos sobre el caso. Ella nunca confesó el horrible crimen. En el juicio celebrado en Santiago negó todas las acusaciones y aseguró que, al contrario de lo que demostró la sentencia, ella se desvivía por Asunta. Todos los días de su vida siguió negando ser una asesina. Todos los días, incluso el día que se mató.