El salario medio por hora trabajada sube en A Coruña y Ferrol, pero baja en Santiago

b. casal SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Sandra Alonso

Los que menos cobran siguen siendo las mujeres y los jóvenes, que asumen los empleos más precarios e inestables

07 dic 2020 . Actualizado a las 14:56 h.

En las tres principales ciudades de la provincia de A Coruña se cobra más que en el resto de Galicia. Esta es una de las ideas que se desprenden del estudio sobre salarios presentado esta semana por el Instituto Galego de Estatística (IGE) con datos al cierre del 2018, que revelan que el salario medio por hora trabajada en estas tres urbes es superior a la media gallega. Tal es así que, mientras que en el conjunto de la comunidad se sitúa en los 8,4 euros por hora, en Ferrol está en los 8,7, en Santiago en 9,4 y en A Coruña, que apunta el mejor dato, en 9,7. De ellas, la única que no mejora la cifra respecto al año anterior es Compostela, que estaba en los 9,5 euros en el 2017, mientras que en Ferrol -la que más crece de las tres- eran 8,4 y en la ciudad herculina fueron 9,6.

Una de las coincidencias en los tres casos, que también comparten con el resto de ciudades gallegas, es que los salarios más bajos son los de las mujeres. En cuanto al sexo, la mayor diferencia la anota A Coruña (10,8 de los hombres por 8,7 de las mujeres), seguida de Santiago (10 por 8,8) y Ferrol (9,2 por 8,2). Mayoritariamente, explica Maica Bouza, secretaria de Emprego de CC.OO. en Galicia, las mujeres trabajan en el sector servicios y tienen empleos a menudo precarios, en muchos casos ligados a la atención de personas o como empleadas del hogar. Además de una menor remuneración, esta precarización es difícil de resolver porque entraña dificultades concretas según el tipo de trabajo.

«As empregadas do fogar, por exemplo, teñen un problema engadido. Traballan no ámbito privado onde a Inspección de Traballo non pode entrar porque é un domicilio particular», explica Bouza, que añade que «así non se pode comprobar se cumpren coas súas condicións ou non». Por otro lado, lo que tienen que hacer en su jornada y su remuneración tampoco está clara, según apunta José Antonio Gómez, secretario xeral de UXT en Galicia: «Non hai un catálogo de tarefas a realizar nin unha valoración económica das mesmas».

Otra de las similitudes entre A Coruña, Ferrol y Santiago es que los jóvenes cobran mucho menos por hora trabajada que los empleados más adultos. En la ciudad herculina, la franja de menor edad (de 16 a 35 años) cobra 7,7 euros, mientras que la de mediana (de 35 a 45) gana 9,5 y los mayores (más de 55 años) cobran 10,5 euros por hora de media. En Ferrol hay un matiz, puesto que los mayores (8,5 euros) cobran menos que los de mediana edad (8,7), pero los más jóvenes siguen siendo los que menos cobran con 6,8 la hora. Por su parte, en Santiago las cifras son de 7,8 euros para los de menor edad, de 8,9 para la franja mediana y de 9,6 para los mayores de 55 años.

Muchos de los nuevos empleos hacen aún más grande la brecha salarial entre mayores y jóvenes

El mercado laboral cambia y muchos de los nuevos empleos que crea, asociados a modelos de negocio colaborativos, hacen aún más grande la brecha salarial que existe entre mayores y jóvenes. «A xente de máis idade xa se incorporou nun modelo produtivo cun centro de traballo fixo, estable e cun emprego en mellores condicións. Agora hai teletraballo, falsos autónomos, contratos por horas e máis. O que cobra mil euros non é o peor do mercado», señala la secretaria de Emprego de Comisións Obreiras. En esas categorías entrarían figuras como los llamados riders, habitualmente jóvenes que reparten comida o paquetes para otras empresas en condiciones muchas veces precarias y con necesidades económicas que se han visto agravadas a raíz de la pandemia. «A Inspección non os atende por falta de recursos», cuenta el secretario xeral de UXT, que describe una situación en la que «moitas empresas contratan como autónomas a persoas que realmente traballan por conta allea e que teñen que ter dereito a regular a súa xornada laboral, non estar á carta como están agora».

«En quince anos tiven 500 contratos, a maioría deles de tan só uns días»

La precariedad la conoce bien el sector sanitario, sobre todo los trabajadores eventuales. La plataforma Enfermeiras Eventuais en Loita ha conseguido colocar en la agenda mediática, gracias a diversas manifestaciones y preguntas en instituciones europeas, la problemática de su colectivo. «En 15 anos tiven 500 contratos, a maioría deles de tan só uns días», explica Elisabeth Dosil, secretaria xeral de Prosagap y enfermera, que destaca que su caso no es único. Tras más de una década de trabajo ha conseguido sacarse una plaza fija en el servicio de Urgencias del CHUS a los 52 años, que le asegura, por fin, dejar atrás la inestabilidad con la que crio a sus tres hijos. «Sempre tes que ter o móbil contigo e o uniforme no maleteiro porque se estás en listas non te podes negar», indica Elisabeth, que añade que «tan só hai unha serie de excepcións, pero se estás de vacacións coa familia e chaman non podes dicir que non». Por otro lado, el descanso varía cada mes porque los contratos cortos no generan libranzas. «Houbo meses en que só librei un día», cuenta.

Las enfermeras eventuales del Sergas, además de cobrar a dos meses vista, apunta Elisabeth, conviven con la inestabilidad y la ansiedad. «Non nos podemos negar porque sabemos que hai outro na lista. O sistema está así deseñado para que a xente non se queixe», concluye.

XOAN CARLOS GIL

«Trabajamos sin plus de peligrosidad y con motos de empresa que no frenan»

Detrás de un simple pedido de comida a domicilio, un trabajador puede estar jugándose el tipo con una moto en malas condiciones y haciendo hasta 12 horas diarias para no llegar siquiera a los 1.000 euros. «A mí me dio por detrás un todoterreno y la empresa solo se preocupó de mandar a otro repartidor para llevar el paquete», cuenta José Manuel García, que hasta finales de noviembre era empleado de una empresa que trabaja para Just Eat. Tras presentarse como aspirante a delegado sindical, a José Manuel lo echaron con un despido improcedente. «Dos horas después de conocer la convocatoria sindical, la empresa me echaba por pérdida de confianza. En un año de trabajo nunca dejé de entregar un pedido, así que no entiendo ese argumento», explica el joven de 29 años.

Su intención como aspirante a representante sindical era reivindicar unos derechos que, según indica, su hasta ahora empresa les ha venido negando constantemente. «Somos indefinidos, pero hacen lo que quieren», indica José Manuel, que añade que sus contratos son de 15 o 20 horas y los finiquitos, por tanto, muy bajos aunque luego hagan más. «Trabajamos sin plus de peligrosidad en el confinamiento y con motos de empresa que no frenan», critica este repartidor, que ahora pleitea con su antigua empresa.