Antón Rodicio: «De un paisaje exterior me interesa que pueda reflejarse uno interior»

irene martín SANTIAGO / LA VOZ

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Sandra Alonso

Dice que sería injusto no distinguir a la Ribeira Sacra como Patrimonio de la Humanidad

18 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Es un hombre polifacético natural de la Ribeira Sacra. Antonio García Rodicio (Nogueira de Ramuín, 1960), catedrático de Álgebra de la USC, participó el viernes en una charla-coloquio sobre el Camino de Invierno, organizada por Alumni USC, una actividad cofinanciada por el programa O Teu Xacobeo de la Xunta de Galicia, el Consello Social de la USC y el Hotel Oca Puerta del Camino.

-Fotógrafo, poeta, matemático… Recuerda a los artistas del Renacimiento.

-Yo no escogí las disciplinas: me escogieron ellas a mí, y en algunos casos, sobre todo el de la literatura, me resistí cuanto pude. No cabe duda de que lo más cómodo hubiese sido seguir solo con las matemáticas hasta la tumba, pero no pudo ser. Lo que hay detrás de todo ello es una necesidad de expresión, paralela a una búsqueda interior que acaso no ande muy lejos de la mística, pero que es totalmente laica, a años luz de cualquier forma de religión organizada.

-¿El tiempo se detiene donde usted nació?

-No fui consciente hasta mucho después, hasta que me fui de allí, me formé y volví y pude ver la aldea desde el otro lado del Sil, de que, paisajísticamente hablando, me había criado en el paraíso. Más allá del paisaje, de paraíso no tuvo mucho, pero ya se sabe que lo que no nos mata nos hace más fuertes.

-¿Coinciden sus espacios preferidos con los que mejor retrató?

-En general, sí. Pero muchos, de la Ribeira Sacra y de otras partes, se convirtieron en preferidos cuando los vi a través de la cámara, cuando vi su imagen plasmada en la pantalla del ordenador.

Las espinas de la rosa señalan la medida del misterio». Es un verso suyo. Explíquelo.

-La belleza es tanto más fascinante, y más inspiradora, cuanto más cerca tiene la posibilidad de alguna espina. El amor es la única fuerza capaz de llevarnos a lo más profundo de nosotros mismos, y lo hace a través de señuelos. La rosa es el señuelo; las espinas, la llave que abre la puerta. Y esto que estoy diciendo es, evidentemente, un conocimiento a posteriori.

-Aunque tópica, procede preguntarle si una imagen vale más que mil palabras.

-Hay pensamientos que no se pueden apresar ni expresar en palabras, pero sí ser exteriorizados y visualizados en imágenes. Aunque una sola imagen rara vez es suficiente. Hace falta la serie, la mezcla, la yuxtaposición y hasta la superposición de imágenes. Hacen falta los fragmentos, los quiebros y las rupturas al margen de la lógica y del sentido común. En la geometría del alma, la línea recta es siempre la distancia más larga entre dos puntos.

-¿Qué busca cuando se pone detrás de la cámara?

-Lo que más fotografío son paisajes. Y lo que más me interesa de un paisaje exterior es que en él pueda reflejarse uno interior.

-¿Añora las viejas técnicas analógicas y de revelado en cuarto oscuro?

-No puedo añorarlas porque no las conocí; soy fotógrafo de vocación tardía. En todo caso, no me atrae la idea de andar con las manos en los ácidos, y menos aún la de renunciar al control de la exposición que permite una buena cámara digital.

-Y las clases y la docencia, ¿qué lugar ocupan en su vida?

-Enseñar es una de las mejores formas de expresión del ser humano. Cuando lo que se enseña es matemáticas, se echa a veces de menos que aquello que se está enseñando no esté más cerca del mundo del alma. Pero representa algo así como una desconexión; casi una forma de meditación.

-El álgebra nos parece abstrusa a las de Letras. Ya lo dice el refrán…

-Supongo que depende de la estructura de la mente de cada uno. A mí me resulta mucho más fácil leer álgebra que leer a Heidegger, pero creo que a no pocos filósofos les ocurre lo mismo.

-¿Será Patrimonio de la Humanidad la Ribeira Sacra?

-Estoy convencido de que sí. Tiene todo lo necesario para serlo. Sería muy injusto negarle esa distinción.