Chapuzón catártico

Montse García Iglesias
Montse García AL TRASLUZ

SANTIAGO

28 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Después del papel higiénico, la cerveza, la levadura y la harina, parece que las piscinas son el nuevo objetivo en esta nueva realidad marcada por el coronavirus. Y no es para menos, estamos más que necesitados de un chapuzón catártico tras más de dos meses en el que nuestro día a día ha cambiado por completo. ¿Quién nos diría cuando despedíamos el 2019 que íbamos a tener que andar con mascarilla por la calle? Esto por citar una de las cuestiones más banales de las consecuencias de la pandemia. Si durante las jornadas de confinamiento estricto y en las que no se podía salir más allá que para comprar o ir a trabajar, los balcones fueron uno de los recursos que ayudan a sobrellevar mejor las horas de encierro, ahora con la llegada de los primeros calores intensos que anuncian la proximidad del verano, un buen chapuzón es el mejor antídoto. Y aunque la disculpa son los más pequeños de la casa, que han demostrado con creces saber adaptarse a la nueva situación, lo cierto es que ponerse el bañador o bikini por unas horas nos aproxima un poco a la realidad que anhelamos recuperar. Y las piscinas en casa permiten ahorrarse pensar en la mascarilla, en mantener el distanciamiento social y las dificultades para los desplazamientos al estar limitados a la provincia. Las imágenes que dejaba la jornada de ayer en playas fluviales de la zona y piscinas particulares -las públicas están cerradas- bien se podrían asemejar a las de cualquier otro año. Pero en este chapuzón catártico tan necesario no debemos olvidarnos que hay que hacerlo siguiendo el protocolo de la «nueva realidad».