Miguel Viaño: «Houbo xente que despois dunha voda veu aquí a tomar un bocadillo»

Olalla Sánchez Pintos
Olalla Sánchez SANTIAGO

SANTIAGO

El hostelero muestra con orgullo delante del reconocible negocio algunos de los bocadillos de mejor acogida. «Á xente os que máis lle gustan son o de calamares, o de xamón asado e o de milanesa de polo», cita sin dudar
El hostelero muestra con orgullo delante del reconocible negocio algunos de los bocadillos de mejor acogida. «Á xente os que máis lle gustan son o de calamares, o de xamón asado e o de milanesa de polo», cita sin dudar PACO RODRÍGUEZ

El hostelero repasa sus casi cuarenta años al frente de O Rei do Bocadillo, el longevo local de la calle Rosalía de Castro que suma anécdotas y vivencias. «Temos a moitos clientes que viñan sendo nenos e agora traen aos seus fillos», subraya

09 mar 2020 . Actualizado a las 17:32 h.

Cuarenta y tres años después de su apertura, el demandado bocadillo de calamares de O Rei do Bocadillo tiene casi el mismo sabor de siempre. Un valor seguro que aún engancha y que ayuda a que el longevo local de la calle Rosalía de Castro mire a la nueva década con renovado optimismo. Quedamos en el emblemático negocio con el hostelero Miguel Viaño, quien lo regenta desde 1983 junto a su cuñado, una relación que siempre fue fácil. «A chave está en non falar de política nin de fútbol», explica desde la barra con la primera de las sonrisas que sorprenden durante la charla. El amiense («nacín e aínda vivo en Tapia»), de 67 años, repasa entre bromas la trayectoria de este templo culinario para amantes de propuestas rápidas, cuyos orígenes hay que buscarlos en otro clásico compostelano.

Fue en los años sesenta cuando su tío abrió el Coruña, ese famoso bar de A Raíña del que Viaño -que también ayudó en él- presume que fue el «precursor do bocadillo combinado». Una filosofía, la de ofrecer múltiples variaciones, que su promotor también trasladó en 1977 a este segundo local, ubicado en una de las entradas más concurridas al campus sur universitario. Su nombre, O Rei do Bocadillo, viene, precisamente, de su ya anterior reinado en el mundo del bocata.

Tras el cambio y un impasse de unos años, su tío decidió reconducir el proyecto y fue entonces cuándo Viaño, a sus 30 años, y después de una anterior etapa como administrativo, cogió junto a Carlos Montaña un negocio que creció con rapidez. Animado por un momento de fervor estudiantil, comenzaron a servir con fluidez raciones, platos combinados o una carta que siempre superó los 60 bocadillos. Pocos años después sumaron a la oferta los pollos asados, una apuesta que se confirmó como un acierto. «Hai domingos nos que xa os rematamos á unha do mediodía. Pódense chegar a vender máis de cen», detalla complacido.

Preguntado por la clave para sobrevivir, el hostelero no duda. Además del intenso trabajo y del buen trato, pone el acento en mantenerse fiel a la tradición, con las limitaciones del tipo de comida. «Nós seguimos coa mesma panadería coa que xa traballaba o meu tío hai 50 anos. É pan do día. Négome a traballar con pan industrial», explica el hostelero. «Tamén continuamos co mesmo calamar, coa pota de sempre», añade, convencido de su importancia. «Á xente vémola contenta porque repite», remarca, mientras no duda en repasar en alto situaciones que aún le conmueven. «Temos a adultos que xa viñan sendo nenos e agora traen aos seus fillos. Tamén a mozos aos que os escoitas comentar que aquí xa comía o seu avó. É rara a semana na que non che digan: ‘eu xa viña hai 15 anos'», acentúa con emoción.

«Entre os clientes temos a adultos que xa viñan sendo nenos e agora traen aos seus fillos»

Un paso del tiempo que no deja de impresionarle -«a moitos aínda lles pregunto: pero hai tanto que remataches a carreira?», se ríe- y que pone más en valor una trayectoria a la que en 1995 sumaron la cercana cafetería Lembranza. «En ambos negocios creo que estamos nunha boa época. Nos bocadillos a crise notouse, sobre todo, nos anos 2013 e 2014, cando pensei que non íamos remontar pero nos recuperamos», explica, negando que acusaran la aparición de cadenas de comida rápida y aclarando que, en su caso, y a pesar del mayor número de pedidos a domicilio, el 90 % de las ventas es aún de gente que se aproxima al local.

PACO RODRÍGUEZ

Es ahí, entre sus cinco mesas, donde se acumulan anécdotas que demuestran el apego de sus clientes. «Houbo xente, sobre todo nos primeiros anos, que despois dunha voda veu aquí a tomar un bocadillo. Aínda hai pouco un mozo me recoñeceu que o día no que casou estivo coa muller antes de saír pola noite cos convidados», recuerda divertido. «Foron anos bos», rememora nostálgico sin transmitir cansancio aunque sin obviar la carga familiar que supuso su entrega laboral. «Dous dos meus sete fillos naceron cando eu e a miña muller xa traballábamos aquí», recuerda. «Eu, polo menos ata que a ela se xubile, seguirei», anticipa mientras mira con orgullo a la cocina y aclara cómo todos sus hijos pasaron «nalgún momento» por el local. «Creo que isto ten futuro. Un cliente díxome que era un sitio mítico e coido que ten razón. Resistimos», concluye con júbilo.