Manuel Rivadulla: «La gestión es una faceta por la que debe pasar todo profesor universitario»

irene martín SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

PACO RODRÍGUEZ

El catedrático de Toxicoloxía de la Facultade de Medicina teme que la USC «se convierta en un erial» por envejecimiento y retroceso económico

16 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Es bisnieto del ourensano Valentín Lamas Carvajal, uno de los fundadores de la Real Academia Galega. Manuel Rivadulla Lamas (Lugo, 1949) hizo Químicas en Santiago y ya no se marcharía de la capital, donde se siente muy a gusto. «Después de hacer la tesis con Francisco Bermejo sobre la presencia de mercurio en los peces, me llamó Luis Concheiro, que es mi maestro, para montar en Medicina el servicio de Toxicología. Aunque al principio me costó, porque ser un titulado distinto de la facultad entrañaba cierto riesgo, acabé aceptando y fui muy bien acogido», explica Rivadulla, catedrático de la especialidad desde principios de los noventa. Hoy dirige un equipo «muy bien formado» y su «máxima preocupación» es que terminen consolidando sus plazas.

Bajo su dirección están una discípula directa, dos doctoras y cuatro doctorandos que atienden un laboratorio de «altas prestaciones y de referencia nacional» en drogas. Los hospitales y las policías locales de Galicia, y muchas de fuera, así como AENA figuran entre sus clientes, pero lamenta no haber logrado una licitación de dos millones de euros de la Dirección General de Tráfico: «Fue hace un par de años, la perdimos por un euro y se la llevó un laboratorio privado cuyo personal habíamos formado nosotros». El profesor Rivadulla, que completó su formación con un año en el laboratorio de Scotland Yard, puso en marcha Rosita, un plan piloto para detectar la presencia de drogas en los conductores financiado con fondos comunitarios.

Además de la carrera docente e investigadora, Rivadulla pasó por casi todos los cargos en materia de gestión dentro de la universidad, menos el de rector, aunque poco le faltó. Fue director del departamento de Ciencias Forenses, viecedecano con Otero Costas y vicerrector de Ordenación Académica con Carlos Pajares. De aquella etapa, antes de los noventa, recuerda como hito principal poner en marcha la Ley de Reforma Universitaria, norma que «permitió» convertir una universidad muy cerrada en algo más abierto, poder consolidar profesores y traer nuevas titulaciones, según explica. «También pusimos en marcha los estudios propios de Odontología, a pesar de las reticencias de la escuela de Estomatología. Treinta años después se demuestra que era lo adecuado», rememora. Dice que la gestión le gustaba y que es una experiencia por la que «debe» pasar todo profesor universitario: «Si estás enclaustrado en tu laboratorio, no tienes la visión general de tu universidad. Para mí fue una experiencia muy enriquecedora, donde conviví con gente muy brillante que me enseñaron mucho». Pepe Sordo, Florencio Arce, Alfredo Bermúdez, Guillermo Rojo… son algunos nombres que brotan de su boca con admiración.

Inquieto y comprometido, Rivadulla es el vicepresidente del Ateneo de Santiago. «La sociedad civil puede jugar un papel muy bueno a la hora de reivindicar cuestiones que los políticos no son capaces de vislumbrar o demandar», se apresura a decir. «Estamos llegando a los 300 socios -agrega-, se graban todas las conferencias de los Lunes y se suben a nuestra web, y hemos descubierto que tienen muchos seguidores. Además estamos dispuestos a colaborar y sumar con otras instituciones de la ciudad asuntos de interés que nos atañen a todos».

De Santiago dice que es una ciudad «muy» completa, atractiva y que «ha sabido crecer a pesar de su conservadurismo». Pero sobre la USC, donde el profesor Rivadulla se jubilará en agosto, manifiesta dudas sobre su futuro: «No soy muy optimista. Se ha producido un retroceso económico en los últimos diez años, está muy envejecida y no ha podido ni sabido reconvertirse. Mi miedo es que se convierta en un erial». Y concluye que está en «total desacuerdo» con la creación de una universidad privada.