Alquimista pasional, árbitro hierático

SANTIAGO

La vehemencia de Moncho Fernández y el ademán impasible de Aliaga se cruzaron en el Obra-Valencia

29 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El partido que disputaron el Monbus Obradoiro y el Valencia Basket este domingo quedará grabado en la memoria de Sar como uno de los mejores de los últimos años. Los dos equipos rayaron a un alto nivel, hubo emoción hasta el último segundo y no faltó la polémica arbitral. A pesar del triunfo, la grada despidió al trío de colegiados con abucheos.

Entre las casi 5.500 personas que se dieron cita en el Multiusos, incluyendo a los protagonistas de la contienda, hubo dos que la vivieron en las antípodas de la gestualidad, en buena medida porque el cargo obliga, probablemente también por el carácter. Moncho Fernández, habitualmente expresivo, lo fue más que nunca. De Jordi Aliaga, el árbitro principal, no hay una sola foto en la que se vea algo distinto al rictus hierático. Ni siquiera la mascota le arrancó una concesión. Viendo la instantánea de ambos, frente a frente, parece que se hubiesen retado esquivando las miradas.

No fue el mejor día de Aliaga. Incluso se despistó en el último tiempo muerto, después del tiro libre de Van Rossom que ponía el 84-83 en el marcador con seis segundos por disputar. Se dirigió a Jaume Ponsarnau para preguntar si sacaba de campo propio o en cancha rival, cuando la posesión era para el Obradoiro.

Técnica perdonada

Por contra, en la segunda parte, tampoco se inmutó en una acción en la que Moncho Fernández pudo haberse ganado una técnica. Pitó fuera a Magee junto al banquillo santiagués y el técnico se dirigió al árbitro con gestos inequívocos indicándole que se había equivocado, que el escolta americano no había pisado la línea. En el ecuador del último cuarto, con mucha menos vehemencia en las protestas, Serrano no fue tan flexible.

Moncho Fernández lleva la vehemencia de serie, más allá de los resultados. Pero transmite más cuando el equipo no se ajusta al guion previsto o cuando hay decisiones arbitrales con las que no está de acuerdo.

Si los decibelios que salen de la grada son una medida fiable, no hay duda de que el arbitraje ante el Valencia generó un enfado ascendente. En el último cuarto el Valencia dispuso de once tiros libres. El Obradoiro, de solo dos, los de la personal antideportiva que anotó Czerapowicz para cerrar la contienda. Y eso después de una revisión eterna de la jugada, que no parecía ofrecer duda alguna.

Al Valencia le pitaron trece faltas personales (solo tres en la primera parte), las dos últimas en los segundos finales, buscadas por el equipo para tratar de hacerse con la posesión. Al Obradoiro lo penalizaron con dieciocho. Los visitantes disfrutaron de once tiros libres más.

Es difícil encontrar voces críticas en el Obradoiro con el arbitraje una vez que ha acabado el partido. No hay más que repasar las ruedas de prensa de Moncho Fernández después de los encuentros.

Álvaro Muñoz y Dejan Kravic

Lo mismo sucede con las apreciaciones de los jugadores el domingo, recién terminado el choque. Álvaro Muñoz, que confesó haber sufrido lo indecible vestido de calle junto a Calloway, al lado del banquillo, comentaba lo siguiente: «La diferencia de faltas, sobre todo en la primera parte, era extrema. Son cosas que pasan a veces. Creo que supimos adaptarnos a esa dureza y que en la segunda parte estuvimos mejor en defensa».

Dejan Kravic es partidario de no darle vueltas a los arbitrajes: «Nunca hablo de sus actuaciones. Creo que lo importante es jugar duro, ser conscientes de que el baloncesto es un deporte físico. Eso te lleva a que a veces no te piten alguna personal que crees que es. Y al revés. No es algo de lo que tengamos que estar pendientes».