Leticia Puente: «Tras la muerte de mi padre, O Princés, el gimnasio me dio la vida»

Olalla Sánchez Pintos
Olalla Sánchez SANTIAGO

SANTIAGO

Leticia Puente, que se crio en el bar de sus padres en Conxo, rodeada de gente, subraya que en él son todos «una gran familia». Explica así su perenne sonrisa: «Soy muy positiva, de tirar para adelante»
Leticia Puente, que se crio en el bar de sus padres en Conxo, rodeada de gente, subraya que en él son todos «una gran familia». Explica así su perenne sonrisa: «Soy muy positiva, de tirar para adelante» Sandra Alonso

A principios de febrero se cumplen seis meses de la muerte de Manuel Puente, uno de los hosteleros más conocidos de Conxo. Su hija, una monitora de gimnasio que mueve a una legión de seguidores en un club de Santa Marta, lo recuerda

26 ene 2020 . Actualizado a las 11:14 h.

Ni la dureza de lo vivido durante el 2019 provoca que Leticia Puente pierda su eterna y contagiosa sonrisa. Quedamos con esta vitalista monitora -que desde hace nueve años pone ritmo y alegría en el Club CAMM de Santa Marta a una legión de seguidores- en la popular Casa Pajueleira de Conxo, el bar de su familia donde trabajó muchos años y al que acude cada día. En este conocido establecimiento, uno de los que conserva el espírito de barrio, aún es difícil atenuar el vacío que dejó la muerte de su padre, Manuel Puente, sobrevenida tras un fatal accidente hace ahora seis meses.

A este popular hostelero, a quien muchos aún recuerdan pelando las patatas que luego cocinaba su esposa -«y haciendo barullo», como rememora su hija con un brillo especial en sus ojos-, le dedica Leticia en sus redes sociales mensajes llenos de recuerdos que combina con los de agradecimiento. «A mi padre la gente lo quería muchísimo. El día del tanatorio fue increíble, con llamadas desde Vigo o desde Asturias. Tuvieron que ir tres coches antes del del féretro por la cantidad de flores que nos habían enviado. Nos sentimos muy arropados y eso reconforta. No cogía la gente en la iglesia y eso que hay personas que al haber sucedido su muerte en pleno verano aún no se enteraron», subraya sin olvidar el cariño recibido en el hospital. La compostelana, de 36 años, pone en valor lo que compartían -«era como yo, muy echado para adelante y fiestero; había gente que venía al bar solo para meterse con él por ser muy del Barça», se ríe- y lamenta no haberle demostrado en vida todo lo que les unía. «Es un dicho, pero es verdad. No se valora lo que se tiene. Nos pasamos los días protestando y después pasan cosas así...», reflexiona, a pesar de que cueste creer que este sea su caso. Su buen humor, su energía y su incansable optimismo prueban sus ganas de aprovechar cada segundo, aunque sea sin dejar de mirar atrás.

«¿Por qué va a ser un tema tabú? Yo creo que es bueno hablarlo. En mi familia lo hablamos siempre. Decimos: “Ai, se estivese aquí O Princés...», comenta evocando a su padre por su famoso apodo que, según aclara, podría venir de unos antepasados, los princeses. «Uno de ellos era alcalde de barrio y se arreglaba mucho cuando tenía reuniones», detalla. Otro nombre por el que le preguntamos es el de la propia Casa Pajueleira, un negocio que, aunque en otro local, su madre ya heredó de su abuela y que podría tener relación con los gorros de paja o pajuela que antes se utilizaban en el campo. Además, Leticia también explica que la chihuahua que siempre la acompaña se llama Princesa pero no por su padre. «Me la regalaron unos alumnos del gimnasio que la llamaban así», apunta conduciendo la conversación hacia una de sus grandes vías de escape.

Leticia Puente con su chihuahua Princesa, que le regalaron unos alumnos del gimnasio
Leticia Puente con su chihuahua Princesa, que le regalaron unos alumnos del gimnasio Sandra Alonso

«Tras la muerte de mi padre, el gimnasio me dio la vida», confirma la santiaguesa, quien desde los 19 años enlaza trabajos en complejos deportivo, asociaciones y centros de Ordes, Teo y Santiago. Fue en el 2011 cuando recaló en Santa Marta y cuando dejó de colaborar en el bar familiar, ante la dificultad para compatibilizarlo.

«Me siento muy agradecida. Hay gente con la que llevo muchos años y que, incluso, se ha cambiado a este club para estar conmigo», revela sobre esta exitosa etapa en la que sus clases, de trato muy personal, siempre están llenas. «La gente puede hacer más o menos pero se lo pasa bien. Ahí está la clave. Veo el deporte como un disfrute. Yo, además, también disfruto. Si tu actitud es buena, eso se valora», añade la entrañable monitora. También confirma que las sesiones de zumba, con mucho público femenino «con ganas de desfogar», le sirven de desconexión. ¿Y los hombres? «Creo que me tienen un poco de miedo», ríe de nuevo. «Mis amigas dicen que es por mi carácter, que arrolla. Llevo toda la vida en el gimnasio y nunca ligué», confiesa extrovertida.

Otro de sus grandes apoyos lo ha tenido en Animus, una firma de animación musical de eventos con sede en Área Central en la que trabaja los fines de semana. De trayectoria ascendente -«este año ya tengo quince bodas»-, a su crecimiento también contribuyó el boca a boca sobre el dinamismo de Leticia. «Tuvimos enlaces con 300 invitados en los que todos terminaron haciendo el tren mientras el camarero pedía sentarse», cuenta con júbilo. «En las bodas tratamos a cada pareja a su manera y al final acabas teniendo mucho trato, de amigos. Me acuerdo, por ejemplo, de gente que me trajo regalos de las lunas de miel o que me envió fotos cuando tuvieron niños», enfatiza.

«Todo lo que suma te va a hacer bien. Ahora empecé a publicar fotos diarias en Instagram de algo bueno que me haya pasado. Hay que ver siempre lo positivo», insiste con su ejemplar vitalidad.