Andrés Otero, comandante de Iberia: «Este trabajo tiene un componente de sensaciones físicas que engancha»

irene martín SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

PACO RODRÍGUEZ

Advierte que la gente se pone muy nerviosa con las maletas y cada vez es «más agresiva»

12 ene 2020 . Actualizado a las 20:41 h.

«Vi en la facultad ese cartel de Iberia y descubrí que la visión corregida no era óbice. Desde adolescente quería ser piloto, pero tenía miopía desde los diez años. Me presenté a las pruebas en Madrid y las pasé. Consistían en evaluaciones psicotécnicas y de psicomotricidad, un examen médico completo, la prueba de inglés y una entrevista». Así cuenta cómo accedió al oficio Andrés Otero Iglesias (Santiago, 1966), comandante de la compañía Iberia. La propia aerolínea financiaba la formación que realizó durante un par de años en la Escuela de Pilotos que Lufthansa tiene en Bremen (Alemania), incluyendo ocho meses de prácticas de vuelo en Arizona. «Era una formación muy buena y exigente que me costó unos 78.000 euros, trece millones de pesetas de principios de los noventa, cuyo préstamo pagué en quince años al 15% de interés una vez que empecé a trabajar. Así funcionaba el sistema», rememora el piloto que ya se había titulado previamente en Psicología y Magisterio en la USC.

Dice que echa de menos volar en avioneta -donde se realiza el aprendizaje-, «porque al ser un aparato más pequeño la sensación es más física. Si nunca subiste, te lo recomiendo», me interpela el veterano profesional que sigue siendo socio del aeroclub de Lugo. «Estos días de atrás, al aterrizar en Lavacolla con vientos de 180 nudos, naturalmente sientes que el avión se mueve. Este trabajo tiene un componente de sensaciones físicas que engancha. Es una profesión que te tiene que gustar», según señala, al tiempo que afirma que él nunca pasó por una situación complicada. En su móvil muestra las imágenes de un avión que el otro día, aterrizando en Santiago, una ráfaga de viento lo sacó de la pista y se fue al aire: «Se llama operación frustrada, y cada pista de cada aeropuerto tiene su ficha para este tipo de maniobra. La aproximación y el despegue se preparan siempre mediante una conversación entre los pilotos que se graba». Y advierte de que todos los sistemas del avión están, «como mínimo», duplicados. «No hay ningún medio de transporte que tenga los sistemas de seguridad de un avión. La prueba está en que el número de accidentes, y su gravedad, ha disminuido drásticamente en los últimos cuarenta años. Y cada vez que hay un siniestro, se reproduce y se estudia todo», concluye.

Con respecto al pasaje y su comportamiento, el profesional indica que la gente se pone «muy nerviosa» con las maletas y cada vez es «más» agresiva y maleducada: «Alguna vez he tenido que prohibir el embarque de alguna persona, pero afortunadamente nunca tuve que desalojar el avión. ¡Y los auxiliares tienen que lidiar con cada cosa!».

El piloto afirma que Lavacolla es un buen aeropuerto, «pero la pista podría ser un poco más girada en dirección noreste-suroeste, por cómo soplan los vientos cuando hay temporal. También le falta un mirador para poder contemplar los aviones, aunque es un mal general en España», tal como advierte.

El comandante Otero maneja un Airbus 320 desde hace más de veinte años; antes pilotó un Boeing 737 de Lufthansa. Sus rutas actuales son Europa y el norte de África: «Todo lo que sea menos de cinco horas. Antes íbamos a Malabo (Guinea Ecuatorial) y Lagos (Nigeria). Ahora la ruta más lejana que hago es Moscú». Lamenta que no haya tiempo para hacer algo de turismo cuando está trabajando y señala a San Petersburgo, Budapest y Estambul como las ciudades que más le han gustado.