«Después de un año sufriendo malos tratos, solo quiero recuperar mi vida»

Margarita Mosteiro Miguel
Marga Mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

SANDRA ALONSO

Tras denunciar a su expareja y obtener la orden de alejamiento, Aida Ruiz se siente más tranquila pero sufre pesadillas

29 nov 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando Aida Ruiz llegó a Santiago hace cuatro años pensó que vería cumplido su sueño de vivir de forma independiente. Tenía un trabajo, «aparentemente estable», en el aeropuerto de Lavacolla, y solo 20 años. Toda una vida por delante. Aida Ruiz, natural de Barcelona, está enamorada de Santiago, y quiere vivir aquí. «Es la ciudad en la que quiero tener mi hogar», dice. La mala suerte hizo que, al cumplirse un año, no le renovaran su puesto de trabajo. No tardó mucho en conseguir otros empleos temporales en un bazar y en una pizzería de la ciudad. Su vida comenzó a torcerse cuando conoció al que sería su pareja hasta hace solo unas semanas. La relación duró poco más de un año, y salvo los dos primeros meses, el resto fueron un calvario para Aida.

«Al principio era encantador, pero pronto empezaron los problemas. Era celoso. No quería que tuviera móvil, me vigilaba. Discusiones, gritos. Después empezaron los golpes. Moratones por todo el cuerpo. La primera vez que me pegó en la cara, me cosieron la ceja. Siete puntos», relata. No presentó denuncia por miedo. «Yo iba a trabajar igual, pero me dijeron que cogiera la baja. Se terminó el contrato y no hubo renovación», explica. En la casa donde vivían sus vecinos se quejaban de los gritos y las discusiones, pero «yo tenía miedo. La puerta tiene un hueco por un rodillazo que le dio», lamenta. «El dueño quiere que me vaya, y la verdad es que yo tampoco quiero estar allí. Lo único bueno de esa casa eran mis gatos y yo».

El último golpe fue el 23 de octubre. «Me pegó y salí corriendo. Me refugié en el bar Tabaniscas, y ellos llamaron a la policía». Como consecuencias de la paliza, le partió la nariz. «Entonces sí que denuncié. Me sentía arropada y cuidada. Eso me ayudó a vencer el miedo a denunciar». Aida recuerda las amenazas de muerte: «Una vez, me quitó el móvil cuando iba a llamar a la policía, y me dijo que me mataba si lo denunciaba». La joven, de solo 24 años, también tuvo que renunciar a un trabajo en un colegio, donde impartía clases de gimnasia: «Era mi sueño, pero no pude seguir porque él no quería, y con los golpes no podía más».

Tras dar el paso de denunciar y obtener la orden de alejamiento, Aida se siente «más tranquila, pero tengo pesadillas. Por la noche me cuesta dormir, y solo después de llorar una hora, consigo conciliar el sueño». Está a la espera del juicio, y reconoce que fue «muy difícil dar el primer paso, pero ahora siento que me quité un peso de encima». Para intentar reponerse, desde hace unos días duerme en una habitación que le cedió un amigo en su piso, pero «no puedo dejar la casa donde vivía antes, hasta que le consiga un hogar a mis cinco gatos». No tiene familia en Santiago, pero sí una red de amigos dispuestos a «echar una mano».

Cuando consiga un hogar para sus gatos, Aida se irá a Barcelona con su familia. «Quiero pasar las Navidades allí, pero quiero volver a Santiago. Es donde quiero vivir». Por ahora, una persona se hará cargo durante unas semanas de Nala, la gata operada recientemente. Aún tiene que buscarles un hogar a Lima, de 5 años; y a los machos Fav, Espabilado y Tufo, que tienen poco más de un año, y son hijos de Lima, que se escapó y «volvió venía preñada».

Aida reconoce que no puede tenerlos, «porque no dispongo de recursos para mantenerlos a todos. Hay gente dispuesta a cuidarlos unas semanas, pero necesito familias que los quieran para siempre». Su ilusión es recuperar alguno de ellos cuando «mi vida esté recompuesta, pero no puedo tener cinco gatos en un piso». Los gatos están casi todos esterilizados, porque «fui pagando a plazos, y ahora me ayudarán con el que queda».

Cuando se le pregunta a Aida cómo se ve su futuro, se le entrecorta la voz, pero insiste en que «superaré esta mala racha. Doy la cara, porque no tengo nada de que avergonzarme. Quiero vivir aquí, tener un trabajo y alquilar un piso. Recuperar mi vida y dejar atrás estos meses». Aida espera lograr una ayuda económica para «aguantar hasta que tenga fuerzas para trabajar».