La historia de Pedro, nigeriano que vende clínex y devolvió 3.000 euros, se viraliza contra el avance de Vox

SANTIAGO

PACO RODRÍGUEZ

El hombre que superó esta prueba de integridad sigue sin empleo

17 nov 2019 . Actualizado a las 09:24 h.

«Peter vende clínex na avenida de Lugo de sol a sol, sempre cun sorriso. Licenciado en Medicina, fala 5 idiomas. Antes de chegar a Santiago viviu en Sevilla, onde entregou na poli unha bolsa con 16.000 euros que atopou na rúa. Lémbrate del cando escoites ladrar ao imbécil de Abascal e cía». Este es el mensaje que han retuiteado y compartido con sus conocidos cientos de personas, antes de las elecciones y después, ante el avance de Vox y su controvertida política sobre inmigración. Habla de Pedro Angelina Inegbenosum, un nigeriano que ronda los 40 y ha demostrado ser un ejemplo de integridad. Todo el que haya parado con su coche en el semáforo de Os Concheiros sabe que tiene una voluntad de hierro. Ahí está él. Día tras día. Haga un calor de mil demonios o caigan chuzos de punta. Y lo más impresionante, no pierde la sonrisa. Aún estando empapado y con las manos heladas se la enseña hasta a quienes le dicen que no quieren pañuelos. Para ser justos con la verdad, no devolvió 16.000 euros. Fueron 3.150 en efectivo, que seguro le habrían resuelto ese mes y unos cuantos más. Estaban dentro de un maletín, que un 1 de diciembre cayó del cielo a su lado desde el techo de un coche, junto con varios cheques pendientes de cobro, diez talonarios y una libreta.

Así quedó constancia en un parte policial firmado por el inspector Manuel Calleja que él todavía atesora. Cuenta Pedro que se licenció en Medicina en Lagos. Y, como tantos otros, llegó a España -hace unos 20 años en busca de un futuro mejor-, pero al parecer no le convalidaron el título y acabó refugiándose en la construcción cuando todavía no había estallado la burbuja inmobiliaria.

Luego llegaron los trabajos precarios. El desempleo. Prácticamente no ha tenido una nómina desde el 2011, ni siquiera tres años más tarde, cuando saltó a la fama por su honrado gesto en Sevilla. El caso es que se repite la historia. El hombre sigue sin encontrar empleo. Tal vez en esta ocasión, a costa de los tweets contra Vox, algún empresario vea en él al trabajador incansable que es, a alguien a quien confiar su dinero sin resquicio de duda y que irradia buen humor hasta en los peores momentos.

El libro de Olga

La presentación de la novela El invierno, ópera prima de la periodista Olga González, reunió en la Fundación Araguaney-Puente de Culturas a una buena panda de colegas, a la sazón Alfonso Cabaleiro, Rafa Cid, Fernando Macías, Carlos Varela, Xosé Manuel Merelles, Pastor Lorenzo y Seve Cajide, consorte de la autora. En el abarrotado salón Rahid, Olga estuvo unos cuarenta minutos firmando ejemplares. Tampoco quisieron perderse la sesión Lucía Calvo, Pedro Rojo, Fernando Pérez-Soba, Juan Casares, Pedro Puy y otros amigos y familiares. Macías, que presentó brillantemente a la «escritora aficionada o aficionada a la escritura» y Olga, que se emocionó al rememorar a sus padres, ironizaron sobre la autenticidad de los elementos políticos del relato. Que cunda, pues, la publicación de Libros Indie.

Un cartero de bandera

Lo que iba a ser una comida con una veintena de amigos en el Bar Piccolo acabó ayer convertida en una fiesta por todo lo alto que reunió en Os Tilos a más de 160 personas. ¿El motivo? El homenaje de los vecinos a una de las personas más queridas, Benito González, cartero que se jubila en unas semanas. Quienes lo aprecian, que son muchos, destacan sus cualidades humanas. «Se vía que non recollías unha carta avisaba. Tomaba café coa xente. Axudaba a facer Os Tilos», ensalzan sus vecinos. El homenaje, además de la comida, incluyó una fiesta por todo lo alto, en la que no faltó el acompañamiento musical. Como es menester, Benito recibió regalos. Entre ellos, un casco para visitar obras, metáfora del merecido descanso que le espera en la nueva etapa vital. ¡Bravo por Benito!