Alberto Bugarín: «La relación con las máquinas será como la de las personas, hablando»

Susana Luaña Louzao
susana luaña SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

XOAN A. SOLER

El área que dirige resulta hoy imprescindible en muchos campos que ayudan a mejorar la vida de los usuarios

22 sep 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando Alberto Bugarín (Caracas, 1967) se licenció en Físicas y se decantó por la especialidad de Electrónica, germen del estudio de la inteligencia artificial en la USC, posiblemente no podía imaginar que se decidía por un área científica que iba a ser imprescindible para mejorar la vida de las personas. Hoy en día, campos como la medicina, la robótica, la lingüística, la industria, la psicología e incluso la seguridad ciudadana dependen de aplicaciones informáticas que interpretan datos inteligibles para los legos. El gran salto se dio con la incorporación a la ciencia de las vaguedades del lenguaje humano. «Lo que hacemos es manejar científicamente la imprecisión», dice el doctor.

-¿Por qué se interesó por un campo que aún estaba en pañales?

-En aplicaciones para la medicina ya estaba bastante desarrollado gracias al trabajo del catedrático José Mira. Yo empezaba la tesina y tenía curiosidad por esas investigaciones, me parecía interesante combinar la medicina, la inteligencia artificial y la informática para crear aplicaciones útiles a la sociedad. Luego la tesis fue diferente, porque dentro de la inteligencia artificial se empezaba a investigar la rama de la computación flexible y de la lógica borrosa, muy útil para modelar el lenguaje impreciso y que las computadoras manejen esos términos.

-¿En qué consiste?

-Vamos a centrarnos en una de las aplicaciones con las que trabajamos nosotros. Para el movimiento de un robot, por ejemplo, para que pueda desplazarse de una forma inteligente sin chocar con un objeto o con una pared y pueda para ello interpretar términos como ‘rápido’, ‘cerca’ o ‘lejos’, en lugar de ‘a cinco’ o ‘a diez metros’.

-¿Es la lógica borrosa la que marca el concepto de la inteligencia?

-Es inteligente en el sentido de que interpreta los mismos términos que usan las personas. Los humanos manejamos muy bien la información imprecisa y las máquinas pueden hacerlo también. Lo utilizamos en muchos campos; en meteorología, por ejemplo, con términos como ‘precipitaciones abundantes’. Lo que hacemos es manejar científicamente la imprecisión y la incertidumbre.

-¿Quiénes fueron los pioneros?

-Empezó en Estados Unidos Lotfi Zadeh a mediados de los 60. Fue él el que propuso el término de lógica borrosa, y en España, Enric Trillas, que es doctor honoris causa de la USC.

-¿Cuándo se creó el grupo que usted coordina?

-El grupo de sistemas inteligentes se creó en el año 1991 dependiente del Citius. Yo soy el coordinador del grupo y del programa de tecnologías del lenguaje natural. Somos unos treinta investigadores en total, entre profesores, personas que están haciendo la tesina y contratados en proyectos; son equipos multidisciplinares con especialistas de diferentes áreas en medicina, robótica, meteorología... depende del campo en el que se trabaje. La semana pasada recogimos en Praga un premio internacional que nos dieron precisamente por eso, por investigar sobre la combinación entre el lenguaje natural y la lógica borrosa.

-Son máquinas sin forma humana, ¿es síntoma de que somos, por encima de todo, cerebro?

-En esos ámbitos, la forma física no es necesaria, pero en otros sí. Me refiero, por ejemplo, a los exoesqueletos, tan útiles para cierto tipo de discapacidad. Son dispositivos que te dan más capacidades físicas de las que tienes obedeciendo órdenes que le da el cerebro o un mando, a veces incluso con cierta capacidad de autonomía. Cada vez dependemos más de la interacción con las máquinas, pero no siempre podemos hacerlo de forma física. Por eso, la relación que tenemos con las máquinas será en el futuro como la de las personas, hablando como lo estamos haciendo ahora en lugar de interactuar con un teclado, un ratón o una pantalla.

-¿Algún otro campo en ciernes?

-Sí, el de la explicabilidad de la inteligencia artificial. Cada vez las máquinas toman más decisiones, como por ejemplo, si a un cliente de un banco se le da un crédito o no, y la Unión Europea, no así en otras partes del mundo, entiende que el ciudadano tiene derecho a que se le expliquen esas decisiones que toma un ordenador. Es decir, que debe generarse una explicación en lenguaje natural.

-¿Acabarán las máquinas creando poemas?

-Ya existe la creatividad computacional. Lo que se hace es dotar a las aplicaciones informáticas de capacidades cognitivas para crear narraciones o poemas.

«El aprendizaje automático detecta si un tuit tiene rasgos depresivos»

Aunque países como Japón apostaron en su momento por el robot tipo humanoide, otros se decantaron ya por sistemas especializados sin forma humana. Eso sí, suele utilizarse algún tipo de interfaz para que el usuario genere empatía con la máquina.

-Las máquinas hoy en día interpretan incluso las emociones o las amenazas. ¿Cómo se hace?

-A través del aprendizaje automático, técnicas que a partir de datos nos permiten obtener información y establecer procesos de clasificación. Por ejemplo, detecta si un tuit está emitiendo una opinión negativa, si representa una amenaza para alguien o si expresa rasgos depresivos. Son investigaciones que están en marcha desde hace tiempo, pero que ahora, cada vez tienen un uso más práctico, porque hay sectores de la sociedad que utilizan esos procesos, como por ejemplo las fuerzas de seguridad, para detectar ciertos rasgos que pueden suponer una amenaza. Herramientas de procesado del lenguaje natural se están usando a todos los niveles. Los asistentes virtuales, por ejemplo, hacen las dos cosas, procesan el lenguaje para entender lo que estamos haciendo y luego nos dan respuestas o realizan acciones. Cortana, Alexa o los GPS son sistemas que devuelven información elaborada en lenguaje natural.

-¿El futuro son los robots sin forma humana?

-Sí, ahora el robot es una aplicación virtual, no tiene presencia física, como ocurre con los bots de Twitter, por ejemplo. El robot tipo humanoide se desarrolló, sobre todo, en Japón, pero en otros países se hicieron robots más especializados, no había ese interés en que tuviesen forma humana. Ahora ya ni siquiera tienen estructura física, si bien se suele utilizar algún tipo de interfaz para generar empatía con la máquina.