José Ramón González Juanatey: «Tenemos una sanidad pública que hay que defender como sea»

Elisa Álvarez González
Elisa Álvarez SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

PACO RODRÍGUEZ

Vivió en la estación de Cornes y el tenis le ayudó incluso en la carrera de Medicina

12 ago 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

José Ramón González Juanatey nació en Noia pero pronto se vino a Santiago. Lo hizo con 8 años, cuando el pequeño de los tres hermanos aún no había nacido y debido a la profesión de su padre, ferroviario. Por eso su primer hogar en la capital gallega fue la estación de Cornes, en donde había viviendas para las familias de los trabajadores. «Hace unos años, cuando vi como está ahora el edificio aparqué el coche y pedí si me dejaban entrar a verlo», admite con añoranza.

En su familia, que en el pasado se dedicó al curtido de cuero, tenían claro que los tres hijos debían estudiar. Tanto su madre como su padre. Y el hecho de que tuviesen que trasladarse a Santiago ayudó. Fue alumno de Peleteiro, un buen estudiante que pronto comenzó a darle a la raqueta. En el patio se jugaba al frontón y ello lo llevó al tenis, «empecé con un profesor que había allí, Villamayor, y después con Santiago Carballal, que llevaba este deporte en la Universidade», cuenta Juanatey. O ha tenido mucha suerte en la vida o es optimista y agradecido. Asegura que siempre le han ayudado. Cuando el tenis se convirtió en algo más serio entrenaba todo el invierno con el Obradoiro, de la mano de Pepe Casal, y con el equipo de atletismo de la Universidade de Mariano García Verdugo. Hasta su carrera académica se vio beneficiada por el tenis, «cuando me presenté para optar a una beca a Stanford el tenis me ayudó a conseguirla, y en Suecia, para una beca de la Sociedad Española de Cardiología, el currículo académico me dio algo más de cuatro puntos y el deportivo doce», recuerda. «Me he esforzado pero he sido un privilegiado, siempre ha habido gente que me ha ayudado mucho aquí y fuera».

Pese a que era competitivo y buen deportista, nunca dudó de que su vocación era la medicina. Y pronto supo que su especialidad sería la cardiología, «lo tuve claro en la facultad por dos profesores que me dieron clase, Ramón Domínguez, un catedrático de Fisiología fantástico; y Gil de la Peña, el anterior jefe de servicio, que daba unas clases de cardiología muy atractivas».

Así lo hizo y se decantó por la especialidad «que más ha cambiado en los últimos treinta años». Los datos así lo confirman. Hace unos decenios el 10 % de los pacientes se morían tras un infarto y ahora lo hacen menos de un 2 %. ¿Por qué? González Juanatey lo achaca a que se conocen los mecanismos que enferman el corazón, y eso hace que los tratamientos sean muy eficaces. En este punto explica que el organismo humano está muy preparado para protegerse frente a enfermedades agudas, pero en las crónicas, como el cáncer o la insuficiencia cardíaca, no solo no se defiende, sino que favorece la progresión de la enfermedad. Y hay dos teorías para explicar esta respuesta. Una postula que el organismo lleva poco tiempo en contacto con estas patologías crónicas, por lo que no ha tenido tiempo filogenético de desarrollar mecanismos de compensación. La otra, más filosófica, dice que el cuerpo no pone en marcha mecanismos de defensa ante estas enfermedades porque ya no son organismos aptos para preservar la especie.

Catedrático de la facultad con apenas 40 años y jefe del servicio de cardiología del CHUS, Juanatey es un acérrimo defensor de la sanidad pública. «Ahora mismo es mi mayor compromiso», insiste. Pone un ejemplo: «Dime qué nos define más que el hecho de que alguien, independientemente de su procedencia y nivel socioeconómico, pueda recibir una medicina de excelencia».

«Tenemos una sanidad pública que hay que defender como sea, pero Dios nos libre de algunos defensores», advierte. Y es que este cardiólogo afincado ahora en Portosín insiste en que el sistema público debe rendir cuentas y dar transparencia a sus resultados. «Defender los resultados en salud sería la mejor forma de hacer política sanitaria».

«Santiago debería tener una dimensión más internacional»

 

 

Se fue a vivir a Portosín porque esta localidad costera ejercía sobre él una fascinación. Ya de pequeño le decía a su familia que tendría una casa allí. No vivir en la capital gallega no merma su admiración por esta urbe y por quienes la fueron conformando a lo largo de los siglos, «¡lo brillante que tuvo que ser esta ciudad para hacer un hospital de peregrinos como el Hostal!». «Uno se da cuenta al pasear por Santiago que tuvo que vivir momentos extraordinarios de esplendor», añade.

Otra cosa es cómo ha ido evolucionando hasta la actualidad. Admite el impulso y la transformación de Compostela durante el gobierno de Xerardo Estévez, pero ahora «Santiago debería tener una dimensión más internacional, perder un cierto localismo que es inherente a Galicia».

Mirar a Latinoamérica

Esta internacionalización no solo debe llegar a la ciudad, sino también a la Universidade y a la sanidad. En palabras de Juanatey, «la cardiología española le debe mucho a la latinoamericana y tanto Galicia como esta universidad tendrían una gran oportunidad allí, es evidente que somos Europa, pero no podemos perder la oportunidad latinoamericana».

De la universidad en la que es catedrático asegura que cuenta con una buena Facultade de Medicina «y de hecho los alumnos de Santiago han sido los primeros del mir». Pero también pone deberes. Al igual que entiende que la sanidad pública debe dar cuentas de sus resultados, también los docentes de este centro, «hay que exigir a todos los profesores de la Facultad de Medicina que, más allá de su trabajo, que debe ser excelente, traigan recursos, hay que preguntarles qué recursos traen a su universidad y dejarnos de pensar en clave de letreros y edificios».