Kappeler, el arte como eterna búsqueda

Patricia Blanco
Patricia Blanco REDACCIÓN / LA VOZ

SANTIAGO

ANA GARCIA

El artista inaugura mañana en la Igrexa de la USC la exposición pictórica «Foula»

05 jun 2019 . Actualizado a las 22:05 h.

Detlef Kappeler (Stettin, 1938) asegura que siempre está «buscando», que no hay un fin único para sus trabajos, aunque sí puedan encontrarse líneas maestras que cruzan todos o gran parte de ellos. Una muestra de su obra más actual podrá verse a partir de mañana en Compostela, en tanto que la Igrexa de la Universidade de Santiago (Praza de Mazarelos, 2) acogerá hasta el 6 de julio la exposición Foula. Detlef Kappeler na Costa da Morte.

No debe uno en ella buscar el sentido individual de cada pieza, sino más bien seguir una narrativa, «una línea de cuento» en la que también tiene mucho que decir la comisaria, Nuria Kolb. La selección de los cuadros guarda asimismo relación con el propio espacio en el que se expondrán, un templo, de ahí que hablen de Foula como «un conjunto narrativo». Dentro de él, como trasfondo, el mar como «fuerza», como «esperanza», pero también como «desastre» y como «felicidad». Los refugiados y las guerras siempre han impregnado la creación artística de este pintor alemán, que sin embargo también tiene la Costa da Morte como una melodía de inspiración. El mar bravo y a veces tranquilo. La gente. Un conjunto de factores que lo incitan a trabajar.

Contra las guerras

Siempre marcado por esos conflictos sufridos en su niñez, en Chorente (Muxía) halló desde hace años un refugio en el que se instaló: «Aquí vivo en paz, pero el mar me muestra, con él cerca puedo entender mucho. En el mar, en la costa, pienso. Me trae reminiscencias horribles, pero pinto aquí, en paz, y sin olvidar dónde estuve antes». Si tiene que buscar una globalidad para su obra, Kappeler habla de que sus pinturas son una lucha contra la guerra, «siempre». Una fuerza contra la injusticia, por la paz, contra la destrucción de la naturaleza. Le parece sumamente importante contar con ella, asegura, e incluye en ese concepto, el de naturaleza, al propio ser humano. Tiene un anhelo: «Un futuro más agradable para toda la gente del mundo».

Santiago y su Universidad

En Compostela podrá verse con Foula esa reflexión sobre la existencia del alemán, y palpar también el compromiso del arte con la realidad. La propia ciudad y la propia institución son importantes para Kappeler. Siendo la Universidad «centro de formación», le agrada que se apueste por enseñar cuadros y pinturas y, además, en el corazón de un «centro histórico de Galicia», «muy unido con la naturaleza». Considera sumamente interesante su arquitectura, su planeamiento, e incluso no tiene reparos en considerar Santiago parte de una Costa da Morte que él entiende como «punto de costa»: «Santiago va hasta Fisterra, hasta Muxía».

Muchos tienen hablado de la abstracción de sus obras y han catalogado al pintor como representante contemporáneo del expresionismo. Sin embargo, él huye de las etiquetas. No le gusta encasillar su obra sino «trabajar seguido sobre el tema del arte». Entiende este último, de algún modo, como un movimiento que lleva a intentar expresarse cada día de una manera, como un conjunto de experiencias, «como una eterna búsqueda». Hay emoción y sentimiento detrás. Un cuadro es el resultado de un proceso emocional, del cuerpo y de la mente, «muy duro».

No hay refugio definitivo

Vive el «aquí», y en Chorente halló la paz, pero no puede decir que Muxía sea su retiro definitivo: «No lo hay». Foula le trae la satisfacción de la implicación de las instituciones, que a juicio de Kappeler deberían mover arte para enseñarlo «a gran parte de la gente». Con ello acercarán la cultura y los pensamientos.