Olalla Vázquez, directora de la residencia O Castro: «Los que dudan, después sienten no haber traído antes a sus mayores»

Margarita Mosteiro Miguel
Marga Mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

XOAN A. SOLER

La responsable del Complexo Xerontolóxico de Calo afirma que velan «por el bienestar de los residentes»

29 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Las nuevas generaciones tienen una visión de las residencias gerontológicas diferente a la que tenían las anteriores. Quizás la más evidente es que ya nadie se refiere a ellas como asilos, y «los que ahora buscan una residencia para sus padres son de una generación que no tiene la visión negativa que rodeaba a estos centros hace mucho tiempo. El domingo, los jardines parecen la Alameda de Santiago por la cantidad de personas que vienen a ver sus mayores. La imagen cambió radicalmente». Olalla Vázquez Pérez, directora del Complexo Xerontolóxico O Castro de Calo (Teo), está segura de que «los que albergan alguna duda, y por eso retrasan el ingreso, después se dan cuenta de que mejora la calidad de vida de su familiar, y se arrepienten de no haberlo traído antes. Hace tiempo, recurrir a una residencia era casi un trauma, ahora ya nadie tiene esas dudas».

La residencia O Castro de Calo, que abrió sus puertas en el 2003, está rodeada de un jardín en el que cada uno de los árboles y plantas están identificados con placas, y un pequeño estanque ofrece una sensación agradable de tranquilidad. «A las familias les gusta mucho pasear a sus familiares. Todos los residentes tienen, al menos, una visita a la semana. Algunos más, y los jardines son un lugar muy agradable. Hay días en que, bien abrigados, también salen en invierno. Menos tiempo, pero el aire puro sienta bien a todos», comenta la directora.

O Castro dispone de 76 plazas para residentes válidos y asistidos, «pero no tenemos vacantes». La mayoría son privadas, y solo algunas están concertadas con la Xunta de Galicia. Sus residentes proceden de muchas zonas de Galicia, «los hay de localidades próximas, pero también de más alejadas como Noia o Ourense». En el centro de día quedan 40 plazas, «y procuramos hacer una selección estricta, porque no se pueden admitir a personas que no tengan cierto grado de autonomía para poder participar en las actividades programadas».

Olalla Vázquez se muestra favorable a que «mientras puedan, mientras sean independientes, se queden en sus casas, pero llega un momento en que precisan 24 horas de atención, y entonces ya no es suficiente la familia, porque la atención está más ligada a la enfermería». En este momento es cuando los profesionales de las residencias «pueden cubrir las necesidades personales de los mayores. Se les ofrece una mejor calidad de vida. Los que sufren enfermedades cognitivas no van a ir a mejor, pero podemos ralentizar su deterioro, y conseguir que sea más llevadero para la familia y para el residente».

A lo largo de los dieciséis años de vida del complejo geriátrico, Olalla Vázquez cree que se ha ido produciendo un cambio en la mentalidad de las personas hacia las residencias, «quizás también porque la gente ve como se trabaja». El cambio no solo ha sido en las familias, sino entre los que deciden dar el paso de trasladarse a una residencia, pese a que aún son válidos.

Entre sus residentes válidos hay casos de personas que «podrían seguir en sus casas, pero ellas mismas deciden venir a la residencia porque estaban solas, y aquí están acompañadas». Los residentes alcanzan tal nivel de seguridad en el centro que «hasta nos echan de menos cuando marchan unos días a casa con sus familias. Es más habitual de lo que imaginas, que nos digan que querían volver a casa, en referencia a la residencia. Es evidente que están muy a gusto aquí», afirma la directora de O Castro. «Los problemas cognitivos hacen que las personas necesiten su rutina para comer, dormir o estar con otros compañeros, y la residencia les ofrece tranquilidad».