Juan López: «Santiago tiene que elegir entre la zona vieja actual o una habitable»

Juan María Capeáns Garrido
juan capeáns SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

PACO RODRÍGUEZ

El arquitecto, además de sus proyectos profesionales montó cuatro restaurantes con su hermano

13 may 2019 . Actualizado a las 07:49 h.

Nombre. Juan López Villanueva (Santiago, 1978).

Profesión. Arquitecto.

Rincón elegido. La Praza da Universidade. «Es un lugar muy rico, y el gran punto de encuentro de la ciudad histórica y la nueva por la influencia del mercado».

Juan López Villanueva es un torrente. Habla claro, sus ideas van creciendo como una ola y al romper el razonamiento regresa sobre su discurso, más reflexivo. Es difícil de descifrar si esa forma de ser se forjó antes o después de que el surf llenase buena parte de su tiempo de ocio. El resto lo empeña en las que pueden ser sus otras dos pasiones, la arquitectura y la familia. De alguna manera ha logrado unirlo todo. A ver si lo explicamos.

Nació en Santiago, pero la vida laboral de sus padres le llevó también a Avilés y Ourense, siendo muy niño. Cuando su madre y su tía decidieron emprender en los 80 en Compostela -con la tienda de decoración Aldán- él y su hermano Pablo se establecieron en la ciudad donde años después han conseguido unir sus destinos y convertirse en socios en el Grupo Paul & John. Ellos mismos se definen: un estudio de arquitectura con restaurantes, o un grupo de restaurantes con su propio estudio de arquitectura.

«Todo el mérito hostelero es de mi hermano pequeño. Realmente lo descubrí como persona cuando nos asociamos», afirma con admiración. Fue en el 2009, cuando Pablo, economista, regresó de Australia para montar La Cavita, un restaurante urbano en el Ensanche en el que todo está «muy pensado, y cuando algo falla, se cambia. Me vuelve loco, pero sabe adaptarse muy bien a las circunstancias».

La línea hostelera, de la que Juan admite que no es un experto y que es la más visible de la empresa familiar, creció con La Burguería, restaurantes con aires surferos -ahí está la conexión completa- que ya están muy integrados en la oferta de Santiago, A Coruña y Vigo.

Como el proyecto ya crecido, han decidido buscar sinergias administrativas en un mismo local de Romero Donallo que pronto van a reformar. Hasta allí se ha ido Estudio Metropolitano, que es la oficina de arquitectura que también ha cumplido su primera década de existencia. Juan, que compartió vida académica entre las escuelas de A Coruña y Barcelona, podría haberse enrolado en un poderoso estudio para el que trabajó en su etapa de formación y por el que veía pasar con total naturalidad a arquitectos consagrados como David Chipperfield o Toyo Ito. Disfrutó durante la carrera, pero cuando tocó dar el paso profesional definitivo le ofrecieron un par de buenos consejos: «Me dijeron que el sector empezaba a estar de capa caída -era el año 2006- y me recomendaron trabajar en mis propias cosas, aunque fueran más pequeñas». Reconoce errores por el camino, pero consiguió surfear una etapa muy dura. En la crisis, afirma, «se hicieron muchas cosas mal. Se vio lo peor de la sociedad, y no solo fue por los bancos o los promotores. Hubo personas que también especularon y otras que no fueron responsables para cumplir lo que firmaban, y después exigieron derechos sin preocuparse de los deberes».

En los inicios de su estudio compatibilizó dos años de trabajo con un puesto en el Consorcio de Santiago, que le dio experiencia y le permitió conocer a fondo el casco histórico, «lo que hay por dentro». Y no todo le gusta. Tiene una tesis propia que choca frontalmente con las rigideces urbanísticas, pero él la expone con respeto. «Santiago tiene que elegir entre la zona vieja actual o una habitable». No puede ser, afirma, que haya empresarios o familias que quieran invertir «y necesiten un año y medio para una licencia, y que después se les penalice con exigencias que encarecen todo. Eso no hay ayuda pública que lo salve», dice López Villanueva, que es partidario de que el casco «se adapte a las necesidades ciudadanas, y no al revés».

«Hay gente que solo quiere certezas, yo disfruto sin saber lo que va a ocurrir»

Juan López Villanueva diseñó un proyecto para la Praza do Matadoiro que incluía el derribo del polémico edificio municipal. Ese encargo no ejecutado le permitió conocer Belvís, un parque «secreto» que ignoró durante años pese a estudiar en La Salle. Al margen de que esa iniciativa se haya bloqueado, lo que le preocupa de verdad es que ocurriese «por fuerzas que se han resistido al cambio. Si algo es demasiado rígido, o se muere o se rompe». Justifica su razonamiento citando el caso de Venecia.

Esa frase la utiliza también para hablar de las normas que atenazan a los promotores, que tienen muy complicado hacer apartamentos para familias más pequeñas o negocios hoteleros. «He sido honesto con clientes y les he desaconsejado la compra de alguna propiedad en el casco histórico, renunciando al proyecto, porque los números no dan». Juan cree que se ha demonizado al sector hotelero, y que es un error ponerle trabas al que prospera. «Lo que hay que hacer es facilitar otros modelos» sin frenar al que avanza. A su juicio, vive más la ciudad el huésped de un hotel que un funcionario que llega, trabaja, toma un café y se va a las tres. «Tiene que haber de todo, y nadie se ha preocupado del exceso de edificios administrativos o de iglesias, que tienen que estar ahí pero que son los únicos que pueden soportar los costes de estar en la zona vieja».

El arquitecto compostelano describe un panorama preocupante, pero constructivo y optimista, quizás porque le gusta desconocer lo que viene por delante: «Disfruto con la incertidumbre sin saber lo que va a ocurrir en el futuro inmediato. Hay gente que solo quiere certezas y un ingreso a fin de mes. Yo prefiero ponerme metas y superarlas para ser feliz».