Ramón Lobo: «Si sabes hacer un reportaje en Santiago, sabes hacerlo en Afganistán»

Tamara Montero
TAMARA montero SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Paco Rodríguez

«En el mundo siempre ha existido la mentira, la diferencia es que ahora es masiva», afirma el periodista, que intervino en Os Luns do Ateneo

09 abr 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Si volviese a tener 18 años, elegiría de nuevo el periodismo, que se está recuperando del estallido de una bomba. «Ahora solo vemos humo, pero dejaremos de verlo». Ramón Lobo (Lagunillas, Venezuela, 1955), corresponsal de guerra, y autor de El día que murió Kapuscinski participó ayer en el ciclo Os Luns do Ateneo para hablar de fake news (noticias falsas).

-Así a bote pronto se me viene a la mente el cormorán cubierto de petróleo y las armas de destrucción masiva. ¿Hay más «fake news» en los conflictos bélicos?

-Al no estar en los sitios nos comemos las versiones oficiales y las no oficiales. En un sitio como Siria, o ahora Libia ¿qué información tenemos sobre el terreno? Tenemos lo que nos cuenta el gobierno o las guerrillas, pero no tenemos gente nuestra, nuestros ojos. No tenemos gente fiable. Incluso una ONG de derechos humanos sigue siendo una parte. Nosotros sumamos distintas partes y nuestra visión directa para conformar un contexto.

-Pero esto ocurre más allá de los conflictos bélicos.

-Un amigo mío, Íñigo Domínguez, fue al Congreso el día que testificaba Bárcenas y era el único periodista en la sala. Los demás estaban en sus cubículos viéndolo por televisión. Creo que es muy importante el contacto, nuestros ojos. No solo tenemos que construir un contexto, que es lo que permite defendernos de las fake news, sino que tenemos que construir historias interesantes que permitan que el lector se las lea, porque si todos hacemos corta y pega, ¿cuál es la diferencia entre Twitter y nosotros?

-¿Quién tiene la culpa de las «fake news»? ¿El periodismo? ¿La sociedad?

-En estos casos siempre es mejor empezar por nosotros. Tenemos una enorme culpa porque hemos ido renunciando a hacer periodismo, por unas razones o por otras. No digo los periodistas de a pie, sino las empresas periodísticas. Pero efectivamente, vivimos en un mundo donde siempre ha existido la mentira, siempre han existido las fake news, la diferencia es que ahora son masivas y se transmiten de una forma masiva, disfrazas de realidad. Hemos perdido la credibilidad con los ciudadanos, que cree que lo que ven en las redes sociales es cierto. Tenemos culpa como sociedad en el sentido crítico, no creernos lo que se nos dice.

-Pero se da el efecto perverso: el ciudadano no se cree nada excepto lo que refuerza su propia opinión. Eso sí se lo cree.

-Exacto. Nos puede aportar reafirmación, pero seguro que aunque no estés de acuerdo con el 99 %, hay un 1 % que te puede dar algún matiz, hacerte más rico en tu discurso. No estamos educados en el respeto del otro, en la posibilidad de que el otro tenga parte o mucha razón. Ni en que no opinemos exactamente igual podemos convivir. Sí que tenemos la tendencia de nutrirnos de burbujas, y hay una muy clara entre periodistas y políticos. Nosotros escribimos cosas que creemos que producen gran conmoción y sí, la producen en los políticos, pero no en la ciudadanía. La ciudadanía se preocupa por otras cosas y si queremos cobrar por todo esto tendremos que escribir cosas que interesan a la gente y no repetir lo que dicen los políticos.

-Hablando de lo que interesa a la ciudadanía. ¿Es el periodismo local la última trinchera del oficio?

-La gran escuela del periodismo es el periodismo local. Si sabes hacer un reportaje en Santiago sabrás hacerlo en Afganistán. El problema es que estás demasiado cerca de las fuentes y hay una perversión económica. En Madrid puedes tener la sensación de que criticas a un político y te puede decir algo. Aquí los tienes encima. Y eso dificulta la independencia.