Amelia Ferreira: «Yo en mi casa y mis hijos en la suya»

Margarita Mosteiro Miguel
marga mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

XOAN A. SOLER

«Tengo algunos bajones como todo el mundo, pero no por estar sola, sino por las circunstancias de la vida»

10 feb 2019 . Actualizado a las 12:00 h.

Amelia Ferreira Pena sorprende desde el primer instante en que abre la puerta de su casa. Nadie nos había advertido de que está prácticamente ciega. «Solo veo bultos, pero mis manos son mis ojos, y me arreglo perfectamente», asegura. Usa el bastón cuando sale a la calle, y cuenta con la ayuda del servicio de acompañamiento para ir al médico o a la ONCE, «porque se complica todo un poco más», admite. Pero para las cuestiones del día a día no necesita a nadie. «Solo preciso que no me cambien las cosas de sitio», dice. Esta mujer no se olvida alguna situación de peligro cuando camina sola por la calle. «Una vez, tuve que darle un bastonazo a un coche que se saltó el paso de peatones, pero yo no me acobardo, le plantó cara a quién sea», recuerda .

La autonomía de Amelia le permite preparar la comida para sus familiares todos los días. «Mi hijo y yo comemos, y mi nuera viene cuando sale, también. Mi chiquitín, el nieto, también viene, pero el come en el colegio. Es un cielo, como su abuelo». Amelia vivió una temporada con su hijo, pero no estaba cómoda. Le gusta mucho leer, y poner el audiolibro con tranquilidad. «Aquí estoy a mi aire. Si quiero me levantó a la hora que sea, y hago mi vida. Ellos son muy buenos, pero yo en mi casa y ellos en la suya. Viven aquí al lado, y es mejor para todos», precisa.

Su autonomía es tal, que hasta realiza las labores de limpieza de casa. «Mi marido limpiaba los azulejos de la cocina, y yo pasaba la mano, y le decía que quedaba suciedad. A mi hijo y a mi nuera los vuelvo locos», se ríe. La falta de visión no es un problema para Amelia, que incluso es capaz hacer ganchillo y calcetar. «No hacen falta los ojos. Solo tienes que contar. No veo, pero tengo el tacto y el oído más desarrollados». Amelia Ferreira reconoce que hay malos momentos, que sufre bajones, como cualquiera, pero no por vivir sola. Atribuye el desánimo a las circunstancias de la vida. Echa en falta a su marido, y eso le da tristeza. «La vida es así», admite resignada.

Esta mujer considera que la clave para no sentir la soledad es ocupar el tiempo. «Yo no paro en casa: voy a muchas actividades, y no tengo tiempo para aburrirme. Cuando llego a casa, agradezco estar tranquila, y un rato sola». Amelia no está dispuesta a perder su independencia, y mientras pueda, prefiere estar en su casa.

«Tengo momentos de bajones, pero no por estar y vivir sola, es por las cosas de la vida»

Mirta Ramos: "vivo en una residencia, pero siento la soledad real sin la familia cerca"

 

m. m.

Mirta Ramos se siente sola, y dice que vive la soledad «más real», pese a estar en una residencia, siempre rodeada de personas. Cuando se le pregunta qué le gustaría para su futuro inmediato, no lo duda: «Que venga mi hija». Ella está en Holanda, y no puede visitarla. Desconoce el idioma, y cree que no se adaptaría al país. «No podría ni por dinero ni por forma de ser de la gente», admite. Su vida no fue fácil. «Primero, el corralito en Argentina, y luego, un par de episodios con armas, que nos hizo venir para acá, a la tierra de mi madre, que era de San Marcos». Mirta llegó hace 17 años. Se asentó primero a Vigo, y cuando mi hija se fue a Holanda, volvió a Santiago. Esta mujer colaboró con Cruz Roja en el programa de acompañamiento para personas mayores. «Ahora soy yo la que necesita compañía. Alguien que escuche cuando habló. Hay días difíciles, y últimamente me siento muy triste. El último año, la soledad me ha pesado más», admite.