Julia López: «Filliño, mira para a cámara»

Mario Beramendi Álvarez
mario beramendi SANTIAGO / LA VOZ

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XOAN A. SOLER

A sus 86 años, Julia López acude a diario a su tienda, Fotos Sandine, que acaba de cumplir medio siglo abierta, y que ha logrado la proeza de sobrevivir a la era digital

27 ene 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

La revolución digital se llevó por delante a la multinacional Kodak, pero aún no ha podido con Fotos Sandine, en la Rúa do Vilar, uno de los últimos negocios de fotografía que quedan en pie en la ciudad y que todavía resiste al despiadado y vertiginoso ritmo que impone la era tecnológica. Tal vez a esta minúscula tienda le suceda lo mismo que a las pequeñas avionetas, que son capaces de planear mejor en caso de temporal, y por eso acaba de cumplir medio siglo de vida.

Ahí ha estado, cada día, Julia López (Santiago, 1932), que a sus 86 años abre la puerta todas las mañanas, justo después de tomarse su primer café en el Paradiso, el bar de al lado. «Buenos días, doña Julia, y feliz año», la saluda un vecino al salir. «Buenos días, igualmente», responde ella mientras se dirige a la tienda.

Parece como si alguien estuviera escondido en algún lugar para grabar la primera escena de una película, una historia que arranca de manera franca y espontánea, con una secuencia que abre la puerta a un nuevo y maravilloso día. Un grupo de jóvenes acaba de entrar en el establecimiento para hacerse unas fotos y renovar sus carnés de identidad. Doña Julia se dirige al fondo de la tienda. «Filliño, mira para a cámara», le dice a uno de ellos.

A la espera de que lleguen los próximos clientes, esta mujer hace un repaso fugaz de su vida: dio clases en una academia de Santiago de los 17 a los 27 años, y en 1959 se casó con el fotógrafo Paco Iglesias. En Santiago todo el mundo lo conocía. Trabajaba también como animador de orquesta y su nombre artístico era Sandine, que es el que usaron después para bautizar el negocio.

«Fue un gran hombre y, sobre todo, un extraordinario fotógrafo», le recuerda con nostalgia doña Julia, transcurridos ya 27 años de su fallecimiento. Después de casarse, se marcharon ocho años a Caracas, y allí nacieron sus dos hijos. Uno de ellos, Gustavo, es el que lleva ahora el negocio de fotografía que la familia abrió a su vuelta de Venezuela, en 1968, el año que, para muchos, sirvió para cambiar el mundo. El año que trajo nuevos valores y actitudes, y otras formas de entender la vida. Quizá ahí también resida el misterio de la longevidad de Sandine.

En la memoria de doña Julia permanecen muchos recuerdos, perfectamente encuadrados, como si fueran las mismas imágenes que adornan las paredes de su establecimiento.

Aún puede ver a esos niños y niñas en el cuatro oscuro del fondo, a media tarde de un día de semana, incapaces de estarse quietos para la foto que había encargado el colegio o la familia. Y a los fotógrafos de prensa, que corrían por la tarde rápidamente a su estudio a ver quién era el primero en revelar su carrete.

«Fui muy trabajadora, pero ahora ya estoy muy perezosa por la edad; mi función siempre ha sido ayudar, y es lo que hago ahora con mi hijo Gustavo, el que lleva todo», explica doña Julia.

Consciente de la dificultad de los tiempos, de lo que cuesta mantener a flote un negocio de fotografía tradicional, esta mujer ve el futuro con cierta preocupación y, a sus 86 años, solo pide un deseo: que Gustavo, que ahora tiene 57 años, pueda llegar a jubilarse en la tienda, que el negocio sobreviva hasta entonces. «Ya solo pido eso, y no es mucho, ¿verdad?», dice con una sonrisa.

Doña Julia abre un pequeño cajón de madera que hay debajo del mostrador. Y saca una preciosa fotografía en blanco y negro. Es su preferida. La hizo su marido a comienzos de los sesenta. Se le ve a ella, una mujer joven y hermosa, junto a sus tres hermanas pequeñas. Dos de ellas ya están jubiladas, y la otra a punto de hacerlo. Antes de despedirse, en la puerta, doña Julia revela su secreto. «¿Sabes una cosa?, no me gusta que me hagan fotos».

Julia solo tiene un deseo: que su hijo Gustavo, al frente del negocio, pueda llegar a jubilarse

Todavía añora a su esposo, Paco Iglesias, fotógrafo fallecido hace ahora 27 años