Robson André Cuevas: «Salgo del albergue de Xoán XXIII con el corazón lleno»

Patricia Calveiro Iglesias
p. Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

PACO RODRÍGUEZ

El peluquero brasileño afincado en Santiago corta el pelo gratuitamente cada semana a personas sintecho

23 ene 2019 . Actualizado a las 08:45 h.

Cada martes por la mañana Robson André Cuevas Alves (1981, Brasil) acude al albergue de Xoán XXIII para transeúntes. El peluquero empezó en el oficio con 17 años en su país de origen. Cuenta que llegó en noviembre del 2017 a Santiago. «En Brasil tenía mi barbería. La cerré y vendí todo lo que tenía para venir para aquí en busca de una vida mejor. Allí hacíamos lo mismo. Cerrábamos el local una vez al mes y salíamos para ayudar a las personas que no se podían permitir un corte de cabello», indica el voluntario, de 37 años, que en febrero cumplirá un año colaborando con el centro de los franciscanos en Santiago.

Ayer atendió en el albergue a tres usuarios, todos hombres, aunque en casos excepcionales también atiende a mujeres para sanear el cabello, aunque este es un rodeo en el que no suele cabalgar, subraya. Explica que algunos son habituales, como Manuel, al que le lleva cortando el pelo «desde el primer día». Y otros, como Francisco Prieto Heredia, se estrenan en el servicio. «Me parece estupendo. No te cobran nada y al estar sin recursos es una ayuda», indica el malagueño, no solo a nivel estético, también para hacerlos sentirse un poco mejor consigo mismo y reforzar su autoestima, muchas veces minada.

Prieto llegó hace unos días a Compostela, el pasado 27 de diciembre, y tiene que tragar saliva y coger fuerzas para contar el motivo por el que vino: «Hace un año y medio que se ha muerto mi pareja. He querido cambiar de vida porque Madrid me estaba matando. Demasiados recuerdos. Estando él enfermo me jubilé para cuidarlo. He visto que, con mi pensión, puedo vivir aquí mucho mejor y he decidido quedarme para pasar página. Vine a pasar la Nochevieja y me quedé sin dinero. Me dieron cobijo en este albergue y el viernes, que cobro mi pensión, me marcharé a una habitación que ya tengo».

Barbero y confidente

Es solo una de las historias que Robson oye cada semana en el albergue. «Todos los días hay una persona diferente contando sus problemas. A veces no tienen a alguien con el que hablar», apunta. Además de peluquero, es el confidente que necesitan para contar sus penas y desahogarse.

Robson supo de los servicios que presta el albergue franciscano por una mala casualidad: «Yo estaba enfermo. Me hice una herida en la mano haciendo deporte y cogí una bacteria. Una amiga brasileña me dijo que aquí había un médico que me podía atender. Como vi que ayudaban a otras personas y yo lo hacía en Brasil, pregunté si yo también podía colaborar. Y desde entonces. La verdad es que estoy muy contento. Me gusta ayudar a las personas, salgo de aquí con el corazón lleno, de vida y de esperanza. Creo que si todos hiciésemos algo por los demás el mundo sería mejor».

Robson asegura que con su voluntariado no solo ganan los usuarios del albergue, también él: «Estoy sin trabajo, solo saco unos euros cortando el pelo en casa a conocidos, la mayoría brasileños, y solo salgo para venir aquí. Es una forma de sentirme bien y me ha ayudado mucho a mejorar en el español, porque cuando llegué no sabía nada».

Capaz de hacer verdaderas virguerías con la recortadora, con la que dibuja todo tipo de figuras, en el albergue suele ceñirse a cortes básicos: «No podemos hacer esos cortes modernos porque tenemos solo una maquinilla y no sirve para eso. Haría falta únicamente una para contornos, para hacer degradados. Por el resto, me arreglo bien con lo que hay».

Aunque no se siente más cómodo escuchando a sus clientes que hablando de sus propias penas, cuenta que tiene dos hijos y reconoce que si vino a España fue para poder ayudar a su familia. Su mayor ilusión sería «tener mi propia barbería y que se vinieran todos para aquí, porque se vive mejor y no hay tanta violencia como en Brasil. Cuando abrimos la barbería allí estábamos rogando a Dios que nos protegiese, porque muchos chavales se dedican a robar a la gente que trabaja», relata.

El albergue. Fundado en los años 70 por los franciscanos, se abrió como entidad social en el 2010.

Servicio de peluquería. Se ofrece los martes, de 10.00 a 12.00 para los usuarios, un máximo del cinco al día. La prestación gratuita se puso en marcha en el 2010 y Robson es el tercer peluquero.