Las salas en las que se rueda la película de nuestras vidas

Tamara Montero
tamara montero SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

SANDRA ALONSO

Los compostelanos reivindican una «cidade cinéfila»

25 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Esta película empieza en el Teatro Jofre de Ferrol. Allí, un niño de apenas 12 años contempla por primera vez La Strada, de Fellini. Apenas un plano secuencia que demuestra lo que el buen cine en gran pantalla cambia la vida. Flashforward. Aquel niño trabaja hoy en un cine. Numax, una de las aldeas galas del cine de autor y en versión original que resisten en un país en el que las multisalas vinieron a comérselo todo y acabaron devoradas por la crisis.

La película de Xan Gómez Viñas se traslada de Ferrol a Santiago como la de muchos otros: cuando llega a la universidad en el año 2000. Y cambia las localizaciones: la sala Yago, Cineuropa programando ciclos temáticos más allá de noviembre, Amal, la Fundación Caixa Galicia. Por los Valle-Inclán y los Compostela. Aquel día que, con el Cineclube Compostela, llenaron dos veces la sala Yago con El ángel exterminador de Buñuel y que vino a demostrar una vez más lo que ya se sabía: «Santiago é unha cidade moi cinéfila, que xerou moita cultura de cine de autor, de versión orixinal».

Flashback. Años 60. Sesión de los domingos a las 15.30. Era una de las pocas oportunidades de salir que tenían las mujeres en aquella época. Encarna Otero, con su peseta en la mano -o sus dos cincuenta, ¿quién lo recuerda?- se dirige al cine Avenida, el que quedaba más cerca de Pontepedriña, donde vivía. De aquellas sesiones infantiles se acuerda también el que hoy es decano de Ciencias da Comunicación, Xosé Ramón Pousa. «Había moitas películas de vaqueros, de Chaplin, do Gordo e o Flaco, Buster Keaton». De adolescentes «xa subiamos ao pueblo». La película de Encarna Otero transcurre en el Metropol, el Capitol y el Yago, aunque el Salón y el Principal también funcionaban. En el Pazo de Armada de la Rúa do Vilar «poñían a censura. Era 1 e 2 podiamos ver. 3, 3R e 4 xa era imposible». Se burlaba con el Cineclube, «con películas moi sesudas». Con cine italiano y japonés «Agora grazas a que temos Numax, Cineuropa e os Compostela. Hai unha clientela cinéfila» que tiene derecho, por ejemplo, a tener un proyecto de ciudad: «que o cine Yago recupere vida».

De esas sesiones de «espectáculo masivo» de esos espacios «nos que conviviamos xente de diferentes lugares e tamén de diferentes segmentos sociais» recuerda Encarna Otero especialmente el Othello de Laurence Olivier y de ver sentada en las escaleras del anfiteatro del Capitol Rojos. Se pone en marcha el rollo de celuloide de Pousa. Es como esas cintas en las que se relatan dos vidas paralelas: «O mellor cine era o Metropol. O Capitol era o segundo en tamaño e tamén programaba películas de máis nivel. O cine de barrio era o Avenida».

De aquel cine Capitol probablemente a no quede casi nadie que guarde en su cabeza los efectos de luz de tonalidades salmón, verde, violeta, azul y ámbar que recibieron a los espectadores el 14 de noviembre de 1935. Ni los destellos del proyector Klangfilm que por primera vez iluminaba la pantalla. Ni el bar americano ni el quiosco de prensa en los que alternar durante el descanso. Pero sí se recuerdan otras cosas: Encarna Otero estuvo en un recital de Voces Ceibes. Allí había actos políticos. En la primera campaña autonómica de Fraga, entraron un grupo de alumnos de Historia a reventar el mitin.

«Outro cine interesante era o Yago, unha bombonera, precioso», dice Pousa. El Yago, en el que durante unos días de 1973 se formaron colas kilométricas «Foi o boca orella», recuerda Encarna Otero con una carcajada. Por error, se pasaba la bobina no censurada de Las melancólicas. Había escenas sexuales. Libertad, aunque fuese equivocada.