Un héroe

Mario Beramendi Álvarez
Mario Beramendi AL CONTADO

SANTIAGO

16 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Cada noche, al encender la lámpara de pie, lo veo sobrevolar. Debe ser el único insecto que ha sobrevivido a las frías temperaturas. No sé a qué especie pertenece, y parece haber encontrado en mi salón un refugio perfecto. Todos los suyos hace ya semanas que sucumbieron a la severidad del temporal. Cuando me recuesto en el sofá, ahí aparece al calor de la luz, completamente solo, agitando las alas como si quisiera saludarme. Anoche cogí el marcapáginas, cerré el libro y lo dejé sobre la mesa. Me puse a observarlo un rato. Y debí de susurrarle algo porque desde la otra habitación, de repente, una voz irrumpió en el apacible silencio. «¿Estás hablando solo?». Podía haber contestado que no, que trataba de intimar con un mosquito, pero eso habría empeorado las cosas. Me hubiera dicho que estoy como un cencerro y que hiciera el favor de matarlo. Contesté que estaba leyendo y ahí quedó la cosa. Volví a buscar al insecto con la mirada, pero ya se había ido. Entonces me puse a imaginar cosas extrañas, y pensé en el mosquito como esos norteamericanos que se construyen un refugio antiatómico en el sótano de su casa. Un lugar en el que sobrevivir, a sabiendas de que fuera ya no queda nadie y todo está arrasado. Me acordé de la historias de los náufragos y de los reclutas que quedan aislados en un bosque, en el frente contrario, y logran sobrevivir. Y sobre todo, imaginé a ese mosquito como uno de los últimos maquis. Un insecto escondido en la estantería, en un bosque de libros, que huye de la tiranía del frío exterior, y que sabe que morirá en el momento en el que se abran las ventanas.