Los mendigos esclavos tenían prohibido moverse y llegaban a orinarse encima

La Voz SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Policía Nacional

Los rumanos explotados eran alojados en condiciones infrahumanas en casas okupadas

30 oct 2018 . Actualizado a las 17:47 h.

La operación policial contra una red de explotación de personas que eran obligadas a mendigar y actuar como estatuas humanas o mimos hasta la extenuación ha destapado uno de los casos más atroces de trata de seres humanos que se han descubierto en Santiago en los últimos años. Y no es de ahora, sino que hace tiempo que se sospechaba de la existencia de este tipo de esclavitud, ejercida por delincuentes de origen rumano, que además sometían a algunas de sus víctimas -en todos los casos compatriotas suyos- a explotación y agresiones sexuales. Pero la ausencia de denuncias y la movilidad de estos individuos había dificultado la acción de las fuerzas de seguridad.

La explotación de los mendigos o estatuas humanas, que eran obligadas a «trabajar» durante todo el día sin apenas alimentarse, hiciera frío o calor, lloviera o no, llegaba al punto de que en algunas ocasiones preferían orinarse encima que abandonar por unos instantes su emplazamiento por miedo a las represalias que podrían sufrir por parte de los cabecillas, que los tenían permanentemente vigilados y amenazados y a los que tenían que entregar la totalidad del dinero obtenido. Estos actuaban con violencia si sus víctimas enfermaban y no podían salir a la calle. Los que pedían limosna lo hacían principalmente de rodillas. Algunos de ellos llegaban a recaudar más de cien euros cada día. De las diez víctimas -seis mujeres y cuatro hombres- liberadas por los agentes del Cuerpo Nacional de Policía de Santiago que desarrollaron la operación, la que más limosnas conseguía era una que arrastraba una discapacidad física. Otra sufría una ligera discapacidad psíquica.

La red ahora desmantelada operaba con base en Santiago desde hace tiempo, al menos dos años. El ciudadano rumano detenido, al que se considera uno de los cabecillas de la red, tenía un trabajo legal en un establecimiento de hostelería del casco histórico. Pero nada hacía sospechar a los responsables del local de las actividades ilícitas con las que ahora se le relacionan y por las que está en prisión preventiva, en espera de un juicio. Junto a él, la Policía Nacional de Santiago ha detenido a dos mujeres, una de ellas de nacionalidad colombiana que regentaba un club nocturno de la zona de la calle de A Estrada donde se obligaba a algunas de las explotadas a ejercer la prostitución. De las diez personas liberadas, una mujer de unos cuarenta años de edad fue víctima de agresiones sexuales de forma continuada por parte del líder de la organización y, según informó la policía, era obligada a tomar píldoras abortivas, si bien no consta que se hubiese quedado embarazada. La otra detenida, una rumana que quedó en libertad aunque sigue investigada, residía en un piso del barrio de Sar con el hombre que ingresó en prisión.

En el momento de la intervención policial, las víctimas se alojaban hacinadas en una vivienda okupada por los responsables de la organización en la calle Amor Ruibal, en las inmediaciones del viaducto del ferrocarril. Con anterioridad habían okupado al menos otra casa, en el entorno de la Alameda. En estos inmuebles tenían controladas a las personas a las que explotaban y que captaban en Rumanía con promesas de trabajo legal en España, promesas que nunca se cumplían. Pero no solo utilizaban estas casas okupadas, que se encontraban en deplorables condiciones de habitabilidad, para retener a las víctimas: también alquilaban, a precios que podían alcanzar los cien euros, habitaciones a compatriotas que llegaban a Santiago en busca de una vida mejor que la que dejaban en su país.

La policía no ha cerrado todavía la operación, en espera de que den resultado las órdenes europeas emitidas para la detención y extradición de otros tres individuos de nacionalidad rumana que actuaban en la captación de ciudadanos en su país para su explotación en la capital gallega y en otras ciudades a las que los desplazaban ocasionalmente, como A Coruña, Madrid o Valencia.

Vulnerabilidad extrema y total dependencia

La situación de vulnerabilidad de las personas explotadas por la red desmantelada era extrema, y con el paso del tiempo su dependencia de los cabecillas de la trama se acentuó hasta el punto de que las víctimas llegaban a considerar como algo natural sus condiciones de auténtica esclavitud. Su voluntad estaba anulada. Tras su liberación, es probable que se vean obligadas a seguir mendigando, pero al menos no las explotarán.